LA BRUJA BLANCA

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Por la mañana todos estabamos comiendo. No podía dejar de ver a Edmund y él no podía dejar de hacer lo mismo hasta que le trajeron la comida a la mesa. Desde ahí nadie existía.

Se siente tan bien, como si fuera parte de la familia.

-Siento que podrías ser capáz de comerte a toda Narnia si pudieras-bromeé a lo que todos rieron.

-Les van a dar más comida para el viaje.-dijo Peter.

-¿Viaje?-preguntó Lucy.

-Si, por supusto, yo ayudaré aquí, ustedes se van, es la manera que tengo para protegerlos.

-Yo no soy tu familia, no tienes nada que proteger de mi.

Era la verdad, tengo una misión aquí. Aunque me sentía como de su familia y quería que siguiera protegiéndome.

-Te tienes que ir.-me miró fijamente empezando una guerra de miradas conmigo.

-No hay nadie esperándome.

-Porfavor, tienes que ayudarme protegerlos, a protegerte a ti también.

-No sigo ordenes de nadie.

-Alto-exclamó Edmund-vi lo que la bruja blanca es capaz de hacer, tenemos que ayudarlos.

-Entonces ya está decidido-se paró Susan.

¿Habíamos ganado? ¿Sólo así?

-¿A dónde vas?-le preguntó Peter a Susan que estaba cogiendo su arco, ella se limitó a sonreír.

-A practicar.

Antes de que Lucy la siguiera ella me dijo al oído: <<Que bueno que te gusta Edmund>>

¡¿Cómo sabe eso?!

En ese momento Peter también se fue para practicar. De repente sentí la necesidad de hacerlo también, sobretodo estando nosotros dos solos, Edmund y yo, después de lo de ayer.

-Creo que tú también deberías.-le dije una sugerencia que sonaba más a orden que otra cosa.

-Eso es cierto-me dijo con una sonrisa. Se acercó a mi y me quedé paralizada. -Me gusta cuando haces eso-me susurró al oído. Sentía que la sangre estaba en toda mi cara, hacía calor, pero él no lo notaba. Lo que sí hacía era notar mi nerviosismo, mis manos no podían estar quietas y me quedaba sin habla.

Lo vi alejarse. ¿Me iba a dejar así como así?

Aslan me llamó y me dijo como utilizar mis poderes.

No podía creer que lo decía en serio. Pero es tan real como todo lo demás.

-No puedo-le dije después de muchos intentos de hacer que naciera una flor y creciera hasta el cielo.

-Solo piensa en los momentos más felices de tu vida.

Pensé en los momentos junto a Edmund, en los momentos donde la adrenalina estaba en mi cuando escapaba, la sonrisa de Susan y la inocencia de Lucy. La vez cuando nos abrazamos con Peter sabiendo que él me protegería.

Abrí mis ojos y ahí estaba una flor que crecía cada segundo, llegó hasta el cielo y luego desapareció.

-¡Lo hice!-grite repetitivamente dando pequeños saltitos. Sin pensarlo dos veces abracé a Aslan, ese hermoso y peludo león.

Pero mi pequeño momento de felicidad acabó cuando un centauro avisó que la bruja blanca había venido.

Salimos corriendo. Los únicos que no habían llegado era nosotros dos. Volví con los míos mientras que Aslan la esperaba en frente de su carpa.

Uno, dos, tres. Ella estaba aquí por él.

Sentí que iba a desmayarme. Edmund tomó mi mano.

-Siempre que tengas miedo, aquí estoy para ti.

La bruja dijo que se llevará a Edmund de nuevo.

-Trata de hacerlo y verás lo que te pasará.-Le reté.

-Dime niñita ¿Qué vas a hacerme?-dijo riendo con sarcasmo.

-No tienes...-Edmund me tapo la boca, yo (siendo lo más madura que puedo ser) le mordí la mano y él soltó un agudo grito-Idea de lo que soy capaz de hacer.

-Eso lo sé, chiquilla.

Cuatro, cinco, seis. Tu mano y la mía lucharán contra los demonios del ayer, con el reinado del ahora y la tormenta del mañana.

¿Cómo sabe de lo que soy capaz?

Aslan hizo un trato con ella.

Siete, ocho, nueve. No te vayas de mi lado. Ninguno de ustedes.



El secreto de Narnia: El león, la bruja y el ropero. [ C O M P L E T A ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora