LA GUERRA

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Todo pasó muy rápido, aquí todo lo es. Tal vez porque a pesar que es estresante, es una aventura y la estamos disfrutando en lo más profundo de nuestro ser.

Estábamos alineados: arqueros, espadachines y demás criaturas con armas que no sé nombrar. Susan y Lucy seguían con el cadáver de Aslan, estarán a salvo.

No le dije ni a Peter ni a Edmund sobre mis poderes, no les dije todo pero saben que este mundo me dio ciertas abilidades, aunque la verdad es que aparentenente nací con ellas, pero esa es otra historia.

Podía a ver a la bruja y su ejército. Lobos, tigres, enanos, etc. Era escalofriante.

No tengo miedo porque estoy a tu lado, Edmund.

Cuando todo empezó fui directemte contra ella. Mis intentos de matarla son en vano.

Talvez es el destino de Peter hacerlo.

En esta guerra no soy importante y el porque retumba en mi cabeza una y otra vez.

Sentía que ya ibamos a perder esta guerra. No podía mover la tierra como quisiera porque sacrificaría a nuestras tropas. No puedo hacer que llueva una tormenta porque se verían afectadas, no sé que hacer.

-Hola querida.

Oh, que bien.

-No me digas así.-Hice aparecer una espada con mi mente sin pensarlo, no sabía cómo pero pasó y aprovecharía la oportunidad.

-Después de todo lo que te he hecho.

¿De qué está hablando?

Estaba a punto de utilizar mi espada pero choqué con otra persona. Me atacó. Antes de que lo hiciera de nuevo la congelé.  La bruja blanca sonrió con satisfacción.

¿Qué ha pasado?

Me dioló la cabeza de nuevo. Pude divisar a Susan y Lucy junto con otras criaturas en la montaña. Al parecer soy la única que se ha dado cuenta de su presencia. Pero no veo a Aslan.

A Peter le dará un ataque si sabe que estarán ellas aquí.

-¡Edmund!-gritó Peter. Él voleteó a verlo esperando su orden.-Saca a las chicas de aquí, ya.

No iba a hacerlo, no pensaba que iba a hacerlo hasta que Edmund cogió a sus hermanas y mi del brazo.

-¿Qué haces?-lo enfrenté tratando de soltarme.

-Protegiendote. 

Me gustó eso, pero no es el momento Ed.

-Yo puedo hacerlo sola.

-No. No esta vez, por favor.

Miraba mis ojos y yo los suyos. En el fondo ambos sabíamos que íbamos a perder esta guerra. Pero me negaba, no quería fracasar.

No iba a huir. No esta vez y él vio eso en mí y lo comprendió.

-¿Qué haces? Tenemos que irnos.-Dijo el señor Castor desesperadamente.

¿A Susan y a Lucy un ratón les comió la lengua o algo así?

-Peter todavía no es rey.-Dicho esto nos soltó junto con sus hermanas y regresó a la batalla sin importar nada.

Ese es mi Edmund. Espera un minuto. Me estoy volviendo muy cursi en medio de una batalla.

Tenía planes, estaba organizando estrategias en mi mente hasta que la bruja le atravesó un lanza en el costado. Volteé a buscar ayuda.

-¡Edmund!-grité con todas mis fuerzas. habia caido al suelo, las lagrimas salian, pero ningun gesto, ningun sollozo.

No sabía que hacer. Tenía miedo. Mucho miedo y no sabía cómo controlarme. Antes de que entrara en un tipo de colapso mental llegó Aslan quien mató a la bruja y su cuerpo desapareció. Sólo faltaban los demás, la abeja reina había muerto.

Esperanza. Eso fue lo que trajiste a mi vida Aslan.

Los que no estaban heridos, tirados en el suelo y definitivamente muertos ayudaron a derrotar el grupo de la bruja blanca. Habíamos ganado.

-¡Peter!-gritó Lucy desde lo alto. Las tres nos dirijimos donde estaba. Dijo que se sentia bien, que no debíamos preocuparnos con él.

-Edmund.-se limitó a decir y fue después comprendía la situación, ¿Era muy tarde?

Me quede paralizada ante la ecena. Lucy le dio su medicamento, se pondría bien.

Estaba molesta y triste por él. Lo odiaba en ese momento por el simple hecho de haberlo enfrentado solo.

Tonto enano.

No quería llorar y no lo haría precisamente aquí.

-No te vuelavas a ir, lo prometiste.-Le dijo Peter con una sonrisa. Me robó las palabras de la boca.

Irónico, ¿No?

Su mirada se posó en la mía. Cuánto amo sus ojos. Se acercó a mí. Todos las miradas estaban en nosotros pero aparentemente a él no le importaba.

-Has estado llorando-me miró preocupado. Estaba cerca, muy, muy cerca. También limpiaba mis lágrimas que no dejaban de salir. 

-No es nada. 

-Llorar no es malo.-Me sonrió.

-Pero tampoco bueno. Eso creo. Además yo jamás lloraría por ti ni por nadie.

He ahí mi orgullo.

-Sé que no es cierto.

Me reí. Si, lo sabía.

En ese momento sostuvo mi cara con delicadeza.

¿Qué estaba haciendo?

Cada vez estaba más cerca.

¿Qué debo hacer?

Cerró sus ojos así que yo hice lo mismo.

El secreto de Narnia: El león, la bruja y el ropero. [ C O M P L E T A ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora