CAPÍTULO 11

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— ¿Así que viste a San Juan? —Mariah me mira alzando las cejas repetidamente mientras tiene una sonrisa en su rostro.

— Safwan —corrijo una vez más.

— Sí, ese mismo —suelta sin darle  importancia. Luego una expresión llena de picardía ilumina su rostro—. ¿Él sigue estando igual de bueno?

¿Bueno?

— ¿Ah?

— ¿Que si sigue estando igual de bueno, idiota? —dice bruscamente al darme un golpecito por el brazo—. No puedes haber visto a semejante hombre; cómo  yo lo recuerdo, y no decirme si sigue viéndose igual de infernalmente sexy. ¿O estás medio ciega? —se queja.

—Ya. Ya. Cálmate, bestia.

— ¿Y entonces?

Con sinceridad sí lo noté.

Honestamente me sigue pareciendo absurdamente atractivo. Cómo si su atractivo fuese irreal. Pero ayer en la noche creo que me perdí justo cuando ha dicho las cosas que dijo.

— Eso no es lo que importa. El caso es que lo ví —termino por decir. Eso provoca que Mariah gire lo ojos con fastidio. Ella se detiene y toma mis brazos con fuerza.

— ¡Por Dios, Eris! No seas una persona aguafiestas. Sólo dime. ¿Sigue estando igual de bueno, si o no?

— Ay, ya. ¡Sí! —digo con la paciencia desgastada—. ¡Está jodidamente bueno! Incluso mucho más que antes. Se ve cómo la descripción exacta de los angeles  más espectaculares que se mencionan en algunos libros. ¡Pero estoy casi segura de que es un demonio malévolo y despiadado!

Después de soltar eso en voz alta, Mariah me mira con los ojos abiertos y seguido escupe una gran carcajada. Siento que mis mejillas se calientan de la vergüenza al notar que grité y algunas personas se me han quedado viendo.

— Ah, estoy segura de que ese hombre más que verse cómo un ángel, luce cómo los demonios de los libros de romance oscuro que escriben algunas personas. Un rostro jodidamente perfecto y un cuerpo de envidia. Si dices que ahora se ve aún mejor, te juro que estaré deseando verlo nuevamente —no tiene vergüenza al decir lo que dice, ni por cómo lo dice.

— ¿Y Atlas qué?

— Él está bien. ¿Y tú?

La miro con cara de pocos amigos, logrando que ella vuelva a carcajearse.

— Jaja. Qué gracioso. Mira cómo me río —giro los ojos y miro al frente.

— Ay, ya. No te molestes. Solo sé admirar a un tipazo cuando lo veo. Atlas no se molesta por esas tonterías. No es cómo que vaya a serle infiel —dice con tranquilidad. Luego hay algo en su expresión que la hace ver cómo que si ha pensado en algo absolutamente sorprendente—. No puede ser, Eris...

— ¿Qué? —pronuncio bruscamente.

— ¿Te da celos que me sabrosee a San Juan? —pregunta con la boca abierta.

— ¿Qué? —mi ceño se frunce considerablemente—. ¿Te funciona bien la cabeza? —cuestiono con genuina preocupación—. ¿Por qué mierda me daría celos? Solo sé su nombre. Que es imposiblemente guapo. Es un imbécil de actitud cuestionable. Y también, un absoluto extraño. Él no me importa.

— Me dió la ligera impresión de que llamó tu atención desde que te encontraste cara a cara con él desde el inicio.

— No.

Quiero sonar convincente. Pero realmente ni yo estoy tan segura.

— Mmh, yo creo que sí.

— No digas payasadas.

Sombras Oscuras: ¿Quién es Safwan?Where stories live. Discover now