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- ¡Calliope!

El grito de Arizona se oyó en todo el vecindario aquella madrugada al sentir que le venían los calambres, pero primero despertó a una morena que dormía ligeramente en la habitación de al lado. En cuestión de segundos, Callie apareció en la puerta de la habitación de Arizona en ropa interior y camiseta.

- Arizona, ¿me has gritado?

- Sí, grité, ¡ven aquí! - la rubia estaba impaciente. - Siento cólicos, Calíope. Y durante el embarazo de Sofía, sentí cólicos cuando la perdí, yo... no quiero perder a nuestro bebé.

Callie entró en la habitación y se agachó junto a la rubia que estaba sentada en la cama.

- No perderás a nuestro bebé, ¿vale? Te lo prometo. - la morena respiró hondo, observando a la rubia con la mano sobre el vientre como si pudiera proteger al bebé. - ¿Te sentirías mejor si fuéramos al hospital?

Arizona la miró durante unos segundos, pensativa.

- Sí, pero no sé si me verían solo por los cólicos.

Torres se rio.

- Yo soy la dueña, ellos te atenderán. ¿Necesitas ayuda para ponerte algo de ropa?

- Puedo arreglármelas. - Contestó la rubia.

- Bien, me vestiré y nos iremos.

La morena estaba a punto de salir de la habitación cuando oyó que Arizona la llamaba por su nombre y la encaraba desde la puerta.

- Gracias.

- Ya verás como no es nada.

Sonrió a la mujer.

*

Aprovechando las ventajas de ser la accionista mayoritaria del hospital, Callie ya había conseguido que atendieran a Arizona y estaban en la sala del obstetra.

- Los calambres no son anormales en el primer trimestre, en el segundo te hincharás -la doctora sonrió al ver que Arizona resoplaba- En el tercer trimestre te dolerá la espalda, los pies y muchas otras cosas. - la doctora se mostraba nerviosa. - Puedo hacerte un escáner para ver cómo está el bebé, pero te puedo asegurar que todo va bien.

La "pareja" intercambió miradas.

- Me sentiría más segura. - le dijo Arizona al médico.

- Además de paciente, eres la mujer de la jefe, estás literalmente al mando. - Arizona sonrió con fuerza y Callie reprimió una carcajada mientras la doctora hablaba. - Puedes tumbarte en la camilla, yo traeré la máquina.

En cuanto el médico se marchó, Callie se echó a reír.

- ¿Quieres algo más, esposa de la jefa?

- ¡Soy mucho más que eso! - dijo Arizona y se tumbó en la camilla.

Callie se sentó en el banco de al lado y pronto llegó la doctora con la máquina y empezó la sencilla exploración por ultrasonidos. Y pronto el fuerte sonido de un latido resonó por toda la habitación.

- ¿Lo oyes? Es el corazón de tu bebé y... Un momento... - el médico se detuvo y miró la pantalla.

- ¿Qué es lo que va mal? Algo va mal, ¿verdad? Lo sabía, lo sabía Calliope.

- Cálmate, cariño. No te pongas nerviosa, respira. - Cogió la mano de Arizona.

- Escucha esto. - Dijo el doctor sonriendo y soltó el sonido para que ambas pudieran oírlo. - Son dos corazones.

- ¿Cómo que dos corazones? - preguntó Callie exasperada.

- Son dos bebés, señora Torres.

- Dios mío. - dijo Arizona con los ojos llorosos.

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