CC || ❝ Quien coño diría que una bailarina exótica fuera lo más parecido a una diosa que he visto en mi vida ❞
-Historia 100% mía, no se aceptan copias y/o adaptaciones.
-Contenido sensible, no apta para menores.
-Con esta historia NO prentendo sexu...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La semana se pasaba muy lenta, tanto que aunque me levantara tarde juraba ver que era la misma hora a pesar de sentir que pasaron literalmente días.
Mi desesperación se podía percibir en el aire, ya no sabía que hacer, nunca me había considerado adicta al trabajo, pero desde ese día, después de como me sentí, después de todo lo que me pasó esa noche, estaba loca por volver y sentir lo mismo.
Mikaela también estaba desesperada pero porque yo lo estaba, ella sentía mi desesperación y se ponía peor que yo.
Desde el primer día me decidí por no malgastar estas "vacaciones" y hacerlas las más productivas posibles. Iba al gimnasio, iba de compras, meditaba, rezaba, veía películas y series con Mikaela, limpiaba la casa, hacia todo lo que me distrajera de pensar en el club.
Todo eso hasta que por fin llegó el día. Mikaela y yo nos fuimos treinta minutos antes de la hora a la que abría el club. Cuando ya estábamos llegando vimos muchos autos de lujo aparcados cerca del local, lo que significaba que hoy sería un día largo.
Nos dirigimos hacia la puerta de atrás, extrañamente vimos a otras chicas también.
—¿Ustedes también han visto todos esos autos? —dijo una mientras se encendía un cigarrillo.
—Pues Michael tenía razón, los del otro día nos deben de haber recomendado —dijo Alex mientras llegaba sacándose las llaves del bolsillo para abrirnos la puerta.
—Pues a lo mejor nuestra Corvina tiene suerte y ve a su chico.
—Seguro que si, yo le rece a la Virgencita María para que eso pasara —Mikaela miro hacia arriba y se persigno.
—No sean así, si, al principio estaba alterada, pero ya me lo voy a tomar con calma —dije mientras dejaba mis cosas en mi casillero.
—Aún faltan unos minutos para abrir el local, ¿están preparadas? Porque todos los que están esperando allí fuera tienen ganas de espectáculo —pregunto Alex.
—Siempre están listas para lo que sea —Michael llego de sorpresa— Hoy es un gran día, seguro ya se han dado cuenta de los arreglos que hemos hecho.
Todas asentimos y Michael nos hizo una señal para que le siguiéramos. Nos hizo un tour de todos los cambios del local, todo había quedado maravilloso, parecía un restaurante elegante de mil novecientos treinta, solo que con strippers.
Las habitaciones para secciones privadas ahora tenían algunos espejos, habían rosas por todas partes y algunas velas que le daban el toque perfecto.
Ya era la hora, algunas de las chicas y yo ya estábamos en nuestras posiciones sobre el escenario, entonces abrieron las puertas y aquella multitud de hombres entraron, entre todos él, Central Cee, las increíbles oraciones de Mikaela habían funcionado, gracias Virgencita.
Entre toda la multitud y todas las chicas él solo me miraba a mi y yo a él, parecía que estábamos solos, el mundo a mi alrededor se volvió borroso y cada uno de mis movimientos iban para él, que me miraba como si lo supiera.
Las luces se apagaron marcando el fin de nuestro espectáculo, entre aquella densa oscuridad pude percibir su figura levantarse de su asiento para dirigirse a Alex, que cabe mencionar que el controla las sesiones privadas.
Apenas entrar al back-stage me dirigí hacia Mikaela.
—Tus oraciones han funcionado, ha venido. —Mikaela se puso roja de la emoción y comenzó a pegar saltos en su lugar mientras repetía "te lo dije".
Algo dentro de mi se removía, tenía la alegría trabada en la garganta y podía sentir como me quemaba, agarre una sudadera de Mikaela para cubrirme y me dirigí a la barra del club
—Anna, dame un vaso de agua por favor. —le pedí a nuestra camarera, una señora de mediana edad que se hizo amiga de Michael por casualidad.
—Enseguida cielo. —contestó con una sonrisa.
—¿No quieres algo más fuerte?. —sentí su voz detrás de mi. Un escalofrío me recorrió toda la espalda.
—No. —Me giré encontrándomelo cara a cara— Tengo que estar sobria durante toda la noche para poder bailar bien.
—Entonces vas a estar de maravilla para nuestra sesión. —sonrió.
—De eso estoy segura.
—Aquí tienes cielo. —Anna me dio un vaso de agua con hielo.
—¿No tienes frío?. —pregunto al ver como me subía la cremallera de la sudadera.
—Solo un poco, pero tranquilo, seguro que para nuestra sesión privada ya estaré caliente. —dije intentando ser lo más seductora que podía en ese momento.
Él sonreía como un bobo pero a la vez me transmitía calidez, este chico que apenas conocía me caía bien.
—Eres muy ágil con las palabras.
—No siempre es así, pero gracias, eso es lo que pasa cuando ves Gilmore Girls y tienes una relación amor-odio con Lorelai. —él comenzó a reírse.
—No puedo esperar para nuestra sesión. —me miro fijamente a los ojos mientras sonreía.
—Eso realmente depende de ti, ¿para cuando la has pedido?.
—Le dije al DJ que para cuando estuvieras disponible. Se me quedo mirando raro.
—Lo habrá hecho porque eres el primero que puede aguantarse, todos siempre piden una sesión inmediatamente. —le explique.
—Sinceramente, entiendo porque te quieren de inmediato, así fui yo la primera vez que te vi. —sonreí sutilmente aunque por dentro estaba reventada de emoción.
—¿Sabes que?, te lo has ganado, tendremos una sesión ahora mismo, me has caído bien. —él sonreía como un niño pequeño.
—Me parece genial.
—Y antes de que preguntes, no, no puedes tocarme.
—Como usted diga jefa.
Le agarre del brazo y me acerque a Alex para preguntarle sobre algún cuarto disponible. Recorrimos el largo pasillo de espejos que me daban leves deja vu sobre esa primera vez. A través de los espejos podía ver cómo sonreía detrás de mi.
Llegamos a un cuarto e inmediatamente un segurata se colocó en la puerta para asegurarse de que nadie entrara.
Era la misma. La misma habitación en la que le baile por primera vez, pero estaba diferente, ahora tenía más espejos y las luces eran de un morado oscuro en lugar de una tenue luz roja, tampoco había una cachimba con olor a melocotón.
Él se sentó y...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.