16. Un brindis por tu muerte parte 2

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"...en esta vida y en la siguiente, en la muerte y la eternidad..."
.

.
.

Y esa promesa se convirtió en un vacío recuerdo que vago en la brecha de la vida y la muerte.
Y un incendio que destruyó toda una vida hasta desaparecer.

Estaba confundida, todo se movía igual que la marea pero mi cuerpo ardía como azotes en tu piel; sabía que estaba sufriendo pero mis heridas me dolían tanto que me adormecían los músculos.
Era extraño estar tendida a un soporte de metal y atada de arriba a abajo.
Creí que toda la destrucción de mi hogar había sido un sueño, y que mi familia estaría a salvo cuando yo despertara, porque era solo una pesadilla. Pero no fue así.

Cuando recobré algo de conciencia, ví que el lugar no me era familiar, había mesas con objetos y líquidos extraños; herramientas de tortura que nunca podría haber imaginado y cosas que solo el amigo reconstruido de mi esposo podría poseer.

Un hombre venía sin miedo alguno hacia mi; estaba presa claro, pero no me miraba con desprecio o miedo como los aldeanos de hace un momento durante el incendio.
Me miró cada centímetro del cuerpo, y me sonrió.
Escribía con una pluma dorada que el tenía, y solo hablaba así mismo con gran entusiasmo, me veía de nuevo y volvía a repetir el proceso.

-¿Quién eres? ¿Dónde estoy?- le pregunté a ese extraño carcelero. Me di cuenta de lo seca que estaba mi garganta, como si no hubiera hablado o comido en siglos; supuse que tal ardor era por haber inhalado tanto humo y ceniza.

Él levantó la mirada, se trató de arreglar su pelo, se aclaró la garganta y dijo:
- Buenas noches madam. Soy el Doctor Simon Van Helsing.
He esperado mucho para finalmente conocerla.

Me asusté al oír su nombre. Intenté quitarme las vendas de cuero que tenía alrededor de las muñecas, pero fue inútil. Estaba débil.
El se dio cuenta y me trató como si fuera un animalito asustado, intentando calmarme con palabras suaves.

- Tranquila madam. No le haré daño alguno, se lo aseguro.

- ¿Dónde estoy?- le volví a preguntar.

Estaba realmente asustada. Más que nunca se podría decir.

- No se preocupe, se encuentra en mi laboratorio, es muy seguro este lugar sin duda alguna.
Ahora, quisiera hacerle unas preguntas y algunas pruebas más para asegurarme que todo está bien.

- No te entiendo.

- No es necesario que lo entiendas ahora.

Sentí una punzada en el brazo, y en una gruesa jeringa tenía mi sangre casi negra como el oro negro; la guardó en un bolsillo frente a su corazón; esa bolsita era engañosamente espaciosa.

Revisó mis colmillos, mis ojos. Y finalmente mi corazón.
Lo escuchó con atención con un estetoscopio y una expresión seria.
No podía ver exactamente que hacía, me tenía sujeta incluso de la cintura y la frente también.

- Increíble: no hay latidos en el corazón. La presión sanguínea es anormal, y las pupilas parecen contraídas incluso sin presencia de luz.
Los resultados de las resonancias cerebrales dan a entender que tiene vida pero los signos vitales son nulos.
Malo para un humano y extraño para un vampiro.

Mientras hablaba, hice lo que Dracula me había enseñado hace mucho. Analizar atentamente el peligro frente a mí.

Era un joven, de no más de 20 años. Su cabello rubio y despeinado, sujeto por una pequeña cola de caballo detrás.
Usaba lentes oscuros que usaba como de aumento, y una bata blanca de laboratorio, junto con guantes negros que le llegaban hasta los codos. No era la típica imagen de un científico en absoluto.
Sin embargo, estaba desaliñado, sucio y con aspecto descuidado.
Con poco bello facial pero unas ojeras muy marcadas

Hotel Transylvania - We'll Meet AgainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora