Capítulo catorce: Ella florece en el seco jardín corrosivo de mi soledad.

23 9 13
                                    

ִ ࣪𖤐♬ ₊˚

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ִ ࣪𖤐♬ ₊˚. Kerim. ⋆☾⋆⁺₊✧

Conforme avanzan los días, mi travesía se enreda en una maraña de complejidades, especialmente al enfrentarme a la tarea de armonizar mis sentimientos, esos que busco desentrañar y enmascarar. El sol vespertino se filtra entre los pliegues de las nubes, bañando la cancha de fútbol que se despliega ante mí con una fulgurante luminosidad dorada. Los ecos estridentes de las voces y las risas de los presentes colman el ambiente, aunque para mí todo reverbera como un murmullo lejano en comparación con mis propias reflexiones internas.

La voz de Gerard, mi amigo, resonaba tenue a través del aire cargado de historias y anécdotas, como un eco distante que apenas alcanzaba mis oídos. Mis pensamientos, sin embargo, no estaban en sintonía con su relato. Mi mente se debatía en un torbellino de recuerdos y emociones turbulentas. Inhalé profundamente, tratando de anclar mi atención en sus palabras. Pero al cerrar los ojos, ella aparecía, su imagen persistía con una claridad inquietante.

Su sonrisa, un enigma que me seducía y exasperaba en partes iguales, se dibujaba vívidamente en mi mente. Me maldecía internamente mientras intentaba calcular cuánto tiempo había transcurrido desde aquel encuentro. ¿Dos meses?

He intentado innumerables aproximaciones hacia ella, cada una más meticulosa que la anterior, pero siempre surge esa dicotomía en mis acciones que sé que la desconciertan, y a mí también. La perplejidad es una sensación inusual para alguien de mi calibre. Estoy acostumbrado a mantener el dominio, a discernir mis deseos y la forma en que deben materializarse. Pero con Ariana, la dinámica es distinta. Cada vez que creo haber desentrañado su naturaleza, ella altera las directrices del juego.

Visualicé a esos dos frondosos bosques observándome con asombro y un atisbo de ironía. No, no podía permitir que esto ocurriera.

—¡Eh, Kerim! —Con una sacudida, el llamado de Gerard resuena agudamente en mis oídos. La repentina interrupción provoca un sobresalto evidente en mi cuerpo, y mis ojos se enfocan de manera automática en el rostro de mi amigo, con sus rasgos asiáticos distintivos destacando en la penumbra del entorno. —¡Kerim, vamos! ¡Estás en la Luna! Te estoy contando algo, préstame atención.

—Lo siento, estaba pensando en... algo. —Respondí, aunque mis palabras apenas rozaban la verdad. En realidad, aquel "algo" llevaba consigo un nombre y un apellido, además de unos ojos cuya mirada parecía una constelación de estrellas reflejadas en el mar, donde cada destello revelaba un universo de secretos y promesas por descubrir.

Con ceño fruncido, mi amigo me escrutaba con una ceja arqueada, sosteniendo el balón con un aire amenazante, como si estuviera a punto de lanzármelo directo al rostro.

—¡Kerim! ¡¿Te llevaste a otra chica a la ca...?! — exclama Gerard, dejando caer el balón con un golpe sordo de frustración. Antes de que pueda terminar la frase, mis manos ya lo sujetan por el cuello, silenciándolo con firmeza.

CLAROSCURO © 𝙻𝚒𝚋𝚛𝚘 𝟷 『𝙀𝙙𝙞𝙩𝙖𝙣𝙙𝙤』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora