—¡No lo puedo creer, Ariana! —la voz de Gerard estalla desgarrando el silencio, haciéndome sobresaltar en mi asiento mientras lo miro sin comprender absolutamente nada de lo que me está diciendo. Habíamos pasado días sin vernos; durante ese tiempo, él me había ignorado olímpicamente. Pero ahora, sin previo aviso, irrumpió en mi casa como si fuera dueño de ella, dispuesto a recriminarme por algo que aún no lograba discernir por completo.
—¿De qué estás hablando? —inquirí con voz serena, tratando de contener cualquier atisbo de frustración que pudiera delatarme. Las palabras resonaron en la habitación, llenas de una calma tensa que apenas ocultaba mi desconcierto. Gerard, con su mirada esquiva y gesto rígido, parecía reacio a encontrarse con mis ojos, como si las verdades incómodas se escondieran en las sombras de sus pupilas dilatadas.
—¡De Kerim! —grita, acercándose de golpe a mí, sus pasos retumbando en el suelo de mi habitación. —No entiendes, no lo captas. ¡Claro que no lo captas! —su voz se eleva todavía más, llenando la habitación con una intensidad que me mantiene alerta. Sus palabras resonaban con una mezcla de incredulidad y un toque de indignación. —¿Un viaje al extranjero, dices? Así que tu novio está de viaje por el extranjero. No tenía ni la más mínima idea.
Clavé la mirada con fastidio antes de articular una respuesta. Inhalé profundamente, dejando que el suspiro escapara con un peso evidente, resonando en la habitación cargada de tensión tras las palabras de Gerard.
—¿Kerim? ¿Qué tiene que ver? —me esforcé por mantener la calma en mi voz, aunque la confusión amenazaba con desgastar mi paciencia. Gerard me miraba con una expresión de incredulidad, sus ojos buscando respuestas en los míos mientras el silencio se prolongaba, llenando la habitación con una tensión palpable.
—¿Cuántos novios tienes, Ariana? Porque según mi entendimiento, nunca me fui de viaje al extranjero. —Gerard estaba frente a mí, su semblante mostraba una amalgama de dolor y furia. Sus ojos, habitualmente cálidos y rebosantes de ternura, ahora eran dos abismos helados. La atmósfera se cargó de tensión, como una electricidad estática lista para desatarse en cualquier instante.
—¿De qué demonios estás hablando, Gerard? —pregunté, mi voz finalmente quebrándose bajo la presión de su agresiva mirada. Mi corazón latía con fuerza, una amalgama de miedo y confusión apoderándose de mí. Gerard se aproximó más, su rostro a escasos centímetros del mío, y pude sentir la tensión en el ambiente, casi palpable.
—¡De ti, dejándote coquetear por ese maldito como si no te importara nada nuestra relación! —vociferó, sus palabras cargadas de acusación resonando en la habitación. —¿Crees que soy estúpido? ¿Crees que no sé cómo se miran? ¿¡Cómo lo disfrutas!?
—¡No es así, Gerard! What the fuck. —Respondí, intentando mantener la compostura mientras mi voz temblaba ligeramente. —No hay nada entre Kerim y yo, no sé de dónde carajos sacas eso.
—¡No me jodas, Ariana! —rugió, golpeando la mesa con furia. El impacto hizo que un par de objetos temblaran y uno de ellos, un marco de fotos, se deslizara hacia el borde. —¡No soy un idiota!
ESTÁS LEYENDO
CLAROSCURO © 𝙻𝚒𝚋𝚛𝚘 𝟷 『𝙀𝙙𝙞𝙩𝙖𝙣𝙙𝙤』
عاطفية¿Haz experimentado alguna vez la paradoja de desarrollar afecto hacia alguien a quien inicialmente albergabas aversión? Es un fenómeno intrigante que refleja la complejidad de las relaciones humanas, donde las emociones fluctúan y evolucionan de man...