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Día 14 de corbeut al día 15 de veimboner, año 5777

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Día 14 de corbeut al día 15 de veimboner, año 5777.

Ciudad de Yaralu.

Despertar algo de la escala de los dioses, ocurre en un momento específico, generalmente en un instante que todos ignoramos.

Morgaine claramente había escuchado mis palabras, pues a la mañana siguiente de pedirle que confiara en mí, dijo que iba a hacer el brebaje que correspondía. Trataba de no ser tan obvio con las miradas que lanzaba al exterior, sintiendo un ligero nudo en mi garganta al pensar en lo fácil que había sido caminar dentro de esta casa, y lo asfixiante que podía llegar a ser. Pero pronto dejaría de ser así, podría por fin salir de este lugar y respirar el aire puro, sin sentir que había una pared que lo filtraba.

Ella se me acercó esa misma noche, su mirada dudosa, los ojos incapaces de verme directamente, como si supiera lo que iba a hacer. No había dudado en todas esas semanas, no tenía motivos para siquiera considerar mis decisiones, replantearlas, pero me encontré haciendo justamente eso. No tenía idea de si Morgaine tenía una forma de ser que no implicara todas las locuras que me había causado, pero el miedo de sus ojos, la forma en la que parecía estar entregando su posesión más preciada, me hizo dudar.

Contemplé el frasco que tenía en sus manos; era apenas más grande que un dedo, con un tercio del mismo lleno de un líquido rojizo que se veía bastante espeso.

—Tienes que tomarlo de una sola vez. Así... así... —las palabras murieron en su lengua y me dio una sensación de incomodidad verla bajar la vista, con los hombros caídos y parpadeando para ahuyentar las lágrimas. La vi inhalar con fuerza antes de cuadrar los hombros, mirándome a los ojos—. Si no lo tomas de una vez, puede que no haga efecto.

Asentí con la cabeza, destapando el frasco con dedos ligeramente temblorosos. Bajo su mirada apremiante, eché la cabeza hacia atrás.

Casi vomito todo. Era asqueroso, como amargo y dulce a la vez, picante y ácido. Hice acopio de toda mi fuerza de voluntad para mantenerme firme y no dejar escapar siquiera una gota, pero por Cirensta que estaba siendo difícil. No la escuché moverse, simplemente apareció frente a mí con un vaso de agua que tomé con muchas más ganas que el contenido del frasco.

—¿Qué se supone que tiene? ¿Orina?

Morgaine soltó una risa tan cantarina, tan divertida, que me quedé viendo con los ojos abiertos de par en par cómo se iba doblando sobre sí misma, cayendo de rodillas mientras intentaba formular una respuesta clara. Lágrimas caían por sus mejillas, y sus ojos parecieron tener un tono parecido a la hierba cuando pude verlos. «Ojalá hubiera conocido en otras circunstancias», me encontré pensando de la nada. Sí, usaba ropas que no la favorecían, tenía un carácter que claramente no salía conmigo, pero el verla tan relajada, casi pensé que estaba en el continente, y me había cruzado con una chica asustadiza.

El Legado de Eedu #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora