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26 de veimboer, año 5779

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26 de veimboer, año 5779.

Magmel, Dusilica, Citadela.

Sé que te preguntarás sobre las almas, Ya-Long, yo lo hice en su momento, y lo que sé de ellas es que las afinidades son como quien puede leer el clima y saber si una nube traerá lluvia o no.

Contemplé a Darau dormir con la sensación de que estaba a punto de perderlo. Se veía pálido, con los ojos más opacos de lo que hubiera creído posible. Pasé mis dedos por su pelo, intentando no recordar cómo había estado a la noche. Tenía un poco más de color en los labios y mejillas, pero sus ojos ya no tenían ese brillo, incluso me daba la impresión de que dormía más de lo que realmente necesitaba. Quizás estaba imaginando todo aquello, mas nada de lo que había estado escuchando resultaba tranquilizador.

Se suponía que no había sido nada, una nimiedad, aunque todo lo que tenía frente a mí me gritaba que no era así. Me acomodé más contra Darau, ocultando mi cabeza en su pecho, sintiendo que sus brazos se cerraban con un poco más sobre mí, manteniéndome cerca. El blanco de la habitación era molesto cuando se mantenían las luces encendidas, como si convirtieran todo en una nada absoluta que se extendía hasta el infinito, pese a que de vez en cuando veía algo de color. No ayudaba el hecho de que hubiera tenido un pequeño recorrido por las instalaciones y la sensación de que estaba caminando sobre nada me invadiera por completo. Mis dedos se cerraron un poco más sobre la camisa de Darau.

Es probable que me hubiera dormido, hasta que sentí que la puerta de la habitación se abría con un susurro. Alcé la cabeza, bostezando y tratando de despejar mi vista. La cama estaba en el lado contrario a la entrada, y Darau era el que le daba la espalda a la puerta. Tardé un momento en enfocar bien los ojos, sentándome, tratando de adivinar si era la chica con la mitad de la cara marcada o la profesora que ya estaba empezando a darme muy mala espina.

—¿Te despierto? —preguntó una voz que sonaba extremadamente familiar. Mi cabeza se aclaró de golpe, como si me hubieran tirado al agua helada, aclarando toda mi cabeza. En medio de la puerta, vestido con lo que era una simple camiseta de mangas cortas y un pantalón holgado del mismo color que apenas llegaba a la mitad de los muslos, había un chico calvo, de ojos verdes opacos y rasgos duros. Al notar mi largo silencio, esbozó una sonrisa de medio lado que me sacudió por completo todo el interior—. Imagino que es raro vernos así.

—¿Tú...?

—Trifhe, sí —asintió, entrando más en la habitación y echando una mirada indescifrable en dirección a Darau—. Venía a verlo.

Pasé la mirada de Darau a Trifhe, y fue como si algo emitiera un fuerte chasquido dentro de mi cabeza. Miles de preguntas empezaron a zumbar por mi mente, pero ninguna parecía ser suficiente para captar lo que quería decir. ¿Qué diantres había pasado?

—Entonces... —Mordí mi labio y desvié la mirada cuando volvió a centrarse en mí—. ¿Son dos?

Trifhe se quedó en silencio por un momento antes de soltar un largo suspiro, volviendo a ver a Darau. Como si no pudiera tolerar la idea de que estuviera fuera de su campo de visión.

El Legado de Eedu #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora