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1 a 13, mes corbeut (otoño), año 5777

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1 a 13, mes corbeut (otoño), año 5777.

Isla de Eedu, Ciudad de Yaralu.

La magia es parte de nosotros, en el modo en el que el aire y el agua lo son, Ya-Long. El tema está en cómo "fluye".

Mis manos temblaban mientras me dirigía al mercado. Tenía el papel que me habían dado el día anterior con todo lo que habían aprobado para mi uso después de que entregara mis pociones. Poco tenía que ver mi temblor con las compras, o con el frío que empezaba a hacerse presente con el pasar de los días.

Detestaba pensarlo, pero tenía que pasar por el rito para que Darau siguiera estando junto a mí, para que al menos pudiera seguir escuchando cómo hablaba de su vida antes de Eedu. Quería creer que estaba compensando un poco todos los errores que había cometido hasta entonces. Intentaba no utilizar ninguno de mis tónicos, le enseñaba algunos que eran inocuos, más que nada para que pudiera ayudarme con las plantas que crecían dentro del invernadero.

—¿Ya haciendo pócimas de este calibre? —preguntó la vendedora, alzando las cejas a más no poder. Me mordí el labio inferior, asintiendo pese al rubor.

—Ya sabes, cuánto antes me asegure de que quede encinta, antes me libero de todo lo demás —dije, aunque las palabras sonaron débiles a mis propios oídos. Escéptica, la mujer se fue hacia la trastienda y yo disimulé un suspiro.

—Te ves tensa —señaló Kadensa, apareciendo repentinamente a mi lado. Casi abandono mi propia piel del susto—. Y parece que voy a añadir el distraída.

Intenté negarlo, pero Kadensa me miró con sus ojos firmes, como diciendo que podía ver la verdad a simple vista. «¿Qué se le va a hacer?», pensé mientras me entretenía en pasar mis dedos sobre la rugosa superficie del puesto.

—Es un cambio importante —dije, como si Kadensa supiera de qué estaba hablando—, supongo que es normal estar pensando en las cosas que conlleva un cambio.

—Ya suenas como las locas que empiezan a tener pelo —refunfuñó, haciendo que mis mejillas ardieran, tanto de vergüenza como rabia—. Dale, es un hombre, si sabe comportarse, tiene un año más de vida. No hay más que pensar.

Estaba por decirle que no es lo mismo, que había mucho que pensar. Darau era como una de las plantas que crecían por fuera de las ciudades, como el agua que corría por los ríos, y yo quería convertirlo en una planta de mi invernadero sin que perdiera ese aire salvaje que le había permitido sobrevivir. Quizás habría pensado lo mismo de haber sido uno más, de haber nacido aquí en lugar del continente, aunque, sí su progenitora no había tenido una hija antes, entonces no podría hablar con él, no habría llegado a conocerlo.

Solté un suspiro, murmurando que tenía razón mientras me dedicaba a acomodar las compras en mi pequeña canasta. Esperé a que Kadensa hiciera sus compras, notando que me miraba de lado, sus ojos empezaban a tener un brillo de emoción que me resultaba algo lejano.

El Legado de Eedu #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora