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Del 26 de louji al 1 de oastog, año 5778

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Del 26 de louji al 1 de oastog, año 5778.

Reino de Ventyr, Shishén, Templo de la Gran Serpiente.

Hacía un frío que congelaba hasta las sombras mismas. El olor a humedad era mucho más soportable que los quejidos y lamentos constantes de Sahisa. No sabía si la amenaza era profanar un templo o tener que soportar toda la desdicha de una idiota que no sabía nada del mundo, pero ambas me hacían querer gritar y chirriar los dientes. Una excelente tortura, si me preguntaban a mí y a quién sea que estuviera cerca para preguntar tal nimiedad.

—Creo que algo me rozó la pierna —lloriqueó la ventina, haciendo que me detuviera, cerrara los ojos y me concentrara en cualquier cosa menos en las ganas de darle un golpe en la cabeza con la antorcha improvisada o decirle que lo único que podía rozarla eran raíces. Quizás exagera un poco, decir que eran de datura ferox, pero tenía la sensación de que Sinta me pediría que le describiera la apariencia y no confiaba en mi capacidad de distorsionar la descripción.

—Quizás fue imaginaciones tuyas —dijo Sinta. Me mordí la lengua y me encogí de hombros, alzando la antorcha y viendo los dibujos en las paredes. O lo que podía ver entre las raíces. Había serpientes, humanos y escritura que no tenía forma de comprender, más considerando que estaba tallado en la piedra y el musgo crecía por doquier—. ¿Qué miras, Morga?

—No tengo idea —gruñí, mirando hacia el resto del túnel. Apenas podía ver más allá de la luz, como si las sombras se tragaran todo lo demás y de vez en cuando soltaban algo frente a nosotras. El aire era helado, y estaba segura de que mi aliento salía condensado—. Supongo que será un ritual o algo así.

—De hecho, son mitos —murmuró Sahisa, acercándose a contemplar la pared, rozando los huecos despejados con la punta de los dedos—. O partes de estos —añadió y me pareció ver que se sonrojaba, no podía estar segura con la falta de luz y lo rápido que apartó la mirada.

—¿Algo que nos pueda ser de utilidad?

Sahisa negó con la cabeza y solté un suspiro de frustración mientras volvía a enfocarme en el pasadizo del frente. Seguimos caminando, cada vez más y más envueltas en un denso olor a humedad y una hierba que me hacía sentir la cabeza pesada.

El mundo se veía borroso, los brazos me pesaban y la antorcha, que nos había costado parte de mi ya de por sí roto vestido y un poco de maña para encenderla, cayó a mis pies, apagándose con un siseo. Ni bien la oscuridad fue absoluta, tuve la impresión de que el mundo se volvía... nítido. La bruma abandonó mi mente, dejando una sensación de que estaba en la nada, salvo por la sensación de que algo me rozaba el pie.

Chillé como nunca lo había hecho, chocando contra Sinta y Sahisa en el proceso. Entre balbuceos, dije que había sentido algo. Definitivamente, no era una raíz; no existía planta que se moviera por su cuenta, aceitosa y tan caliente como una piedra al sol. Oía los quejidos de las otras dos, reclamándome por lo repentino de mi actuar, pero mi atención se enfocó únicamente en lo que tenía adelante.

El Legado de Eedu #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora