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Día 21, mes ramzo, año 5778

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Día 21, mes ramzo, año 5778.

Reino de Oucraella, Pembakaran.

Una vez que se ha visto el mundo que hay por debajo de nuestros ojos, no hay vuelta atrás.

Pocas veces en mi vida me había ido a dormir porque me había extralimitado, sobre todo porque mi mamá se aseguraba de que mi cuerpo saltara en cuanto estuviera de nuevo en mis cinco sentidos. ¿Cómo? Lo más amable que había hecho era despertarme con cacerolazos y perseguirme por la casa. Cuatro años de tener esa clases de despertares hacían que uno no fuera el mejor paciente de la enfermería.

—El día que quedes inconsciente en medio del bosque, Cirensta e Iola no lo permitan, vas a tener que ponerte de pie en el acto.

Quizás debía ser de esas personas que iban con una carta o algo que avisara que soy un peligro si me duermo bajo circunstancias peligrosas. Me levanté con tanta velocidad que me enredé con las sábanas, apenas logrando poner las manos para no caer de cara al suelo, aunque pronto me encontré con las patas arriba y la mejilla sobre la madera. El frío contra mi piel me sacó de ese estado en el que prácticamente me volvía imparable hasta estar en algún sitio que pudiera llamar "refugio".

—Por todo lo sagrado, ¡Darau!

Al menos con Ilunei las cosas no podían ser embarazosas. Gruñí, dejando que mis piernas cayeran por completo, arrastrando las sábanas conmigo. Pronto apareció el alifien, con sus ojos abiertos de par en par. Quizás estaba un poco loco, pero estaba casi seguro de que empezaba a ver un poco a través de su cuerpo.

—¿Te hiciste daño?

—No —suspiré, girando hasta quedar sentado, sintiendo que la cabeza me dolía como si estuviera presionando algo contra la frente. Moví un poco el cuello, esperando que eso me relajara un poco y me quedé con la espalda apoyada contra el borde de la cama—. ¿Dónde estamos?

Ilunei se sentó frente a mí mientras me contaba que nos había hallado un hombre que había estado viajando hacia Angsa y se cruzó con nosotros. También dijo que nos habían encontrado una familia importante, pero porque se había destruido el puente no fueron capaces de ayudar. Le pregunté por el anánimo, a lo que ella se encogió de hombros.

—Se marchó poco después de que quedaras inconsciente.

Asentí, respirando hondo mientras trataba de acomodar mis ideas. Cire estaba alegre, podía notarlo en un calor que me recorría de pies a cabeza, y no me molesté en comprender las palabras que soltaba. Quería pensar que estaba así porque seguía con vida, que sí, le importaba bastante el que llegase a mi siguiente cumpleaños, pero seguía siendo demasiada alegría al tratarse de ella. Dejé que el silencio nos rodeara antes de que un recuerdo viniera a mí, haciendo que bajara la vista a mis manos, como si las desconociera.

El Legado de Eedu #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora