LIDIA
Desde mi asiento en el aula, observo si tengo alguna tarea pendiente mientras espero a que entre la profesora. Por suerte, estos profesores son tranquilos. Observo a mis compañeros; algunos están absortos en sus apuntes mientras que otros intercambian opiniones en voz baja.
Después de unos minutos, mi atención es atrapada por la entrada de Asher. Su figura es fácilmente reconocible entre la multitud. Se desliza por la puerta con una confianza relajada, acompañado por dos compañeros cuyas risas llenan el aire. Asher viste con su característico estilo sin esfuerzo, combinando elegancia y comodidad. Un abrigo negro cae con gracia sobre sus hombros, añadiendo un toque de misterio a su figura. Bajo el abrigo, su camisa, presumiblemente de un tono oscuro, desgastada, apenas asoma, dejando espacio para la imaginación. Sus pantalones grises oscuros. Mientras camina, el movimiento de la tela revela destellos de su querido amigo. Dejo de observarlo y sigo viendo mi carpeta.
Mi concentración se ve interrumpida cuando una mano se posa sobre mi carpeta, deteniendo mi movimiento. Al principio, mi instinto es retirarla bruscamente, pero en cambio, decido seguir el recorrido con la mano hasta llegar a su rostro.
Mis ojos se encuentran con los de Asher, quien me mira con una expresión entre pícara y amistosa. Levanta una ceja con ese gesto característico suyo, como si estuviera esperando mi reacción con cierta diversión. "¿Puedo sentarme aquí, Flequi?" hace la pregunta acompañada de esa media sonrisa. Niego con la cabeza. Sin embargo, antes de que pueda formular una respuesta, su mochila cae con estrépito sobre la mesa. "Gracias por tu amabilidad constante, de verdad", otro confianzudo.
Esté en donde carajos cree que vive. "Mira, tarado, he dicho que no", murmuro con una mezcla de exasperación y determinación, acercando mi rostro a su oído para que mis palabras resuenen con firmeza. Mi mano reposa sobre su pierna con un toque de autoridad, buscando transmitir mi mensaje. Sin embargo, la sonrisa persistente en el rostro de Asher sugiere que mis intentos por establecer límites están lejos de intimidarlo.
"Oh, ¿te has estado entrenando en insultos en Duolingo o qué?", responde con burla, su tono cargado de sarcasmo y diversión. Su brazo se posa en el respaldo de la silla, girándose hacia mí con una expresión de curiosidad traviesa. Su cercanía repentina hace que me sienta un poco incómoda, pero me obligo a mantener la compostura y sostener su mirada. "Me gustan las malas palabras, pero no en la escuela, Flequi.", murmura en un tono ronco que envía un escalofrío por mi espalda, su aliento cálido rozando mi piel mientras sus ojos se deslizan hacia mis labios. Está muy claro que hoy se ha fumado algo.
"Mira, cuida tus palabras y dónde observas", murmuro entre dientes, retirando mi mano de su pierna con un gesto brusco pero controlado. Mi voz suena más firme ahora, aunque apenas un susurro que apenas logra escapar de mis labios mientras desvío la mirada hacia el pizarrón.
"¿Me estás diciendo que cuide tu boca o qué?", pregunta curioso, su tono llevando consigo una sonrisa burlona, mientras se apoya sobre la mesa para seguir mi mirada hacia el pizarrón. Giro los ojos ante su comentario, sintiendo una mezcla de molestia y frustración por su persistencia.
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NUESTRO FLASHMI
RomantizmUn hombre, marcado por una dolorosa pérdida, ha cerrado su corazón al amor. Cuando una nueva persona entra en su vida, debe decidir entre seguir aislado o arriesgarse a sentir de nuevo, enfrentando el miedo de volver a sufrir. ¿Qué se necesita para...