Prólogo

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Federico.


Siempre supe que ella volvería por mí, a atormentarme. 

De todas formas, su sombra nunca me ha dejado. 

Nunca una situación tan breve me ha impactado tanto, al punto que cada día de mi vida me despierto y pienso en ella. 

La recuerdo, me pregunto dónde está, cuánto daño le hice. Me pregunto si ella también se acuerda de mí, si me culpa por lo sucedido, o a lo mejor me ha desterrado de su mente, soy un pensamiento tan ruin que no valgo ni para ser recuerdo. 

No niego que me he quedado aquí todos estos años esperando que un día vuelva. Verla aparecer, constatar que vive, que es feliz, para entonces quedarme tranquilo, o para morirme de odio, de saber que yo he estado encadenado a su recuerdo, dando tumbos sin sentido y ella ha seguido con su vida como si nada, como si mi nombre fuera solo una piedra pequeña que pudiera patear y dejar tirada en el camino.

Nunca había roto algo tan bonito antes, aunque rompí muchas más cosas en los años siguientes, ya estaba mal sembrada la tierra, ya me despreciaba a mí mismo, no me sorprendía que los demás también lo hicieran. Sabiendo que mi destino ya estaba marcado, que era simplemente un mal tipo, una hierba mala. Siempre fue fácil avanzar por la vida bajo esa bandera, he descubierto que si previenes a la gente de cómo eres de antemano, nadie se atreve a reclamarte cuando surgen los problemas.

"Hola, soy Federico Rivero, un hijo de puta", así debería presentarme, aunque en verdad no hace falta, sólo con decir mi nombre, por la noche ya no sale el diablo. 

Querría justificarme, decir que no es mi culpa, que la vida me mostró su peor lado muy temprano, pero ya hace muchos años de eso. 

Tal vez solo esté enojado con ella. 

Nunca tuve nada, y ella me hizo una promesa que no ha cumplido.

Soy vengativo y rencoroso. No sé porqué el universo me ha dado la habilidad de la mentira, pero vaya que soy bueno en manipulaciones. La gente es tan fácil, tan imbécil, sus valores no tienen sentido, escondidos tras máscaras y apariencias, ocultan sus verdaderas pasiones y más oscuros instintos.

En cambio yo me paro aquí, en toda mi esplendorosa apatía, en la cáscara ahuecada de un hombre que por mucho que ha conquistado, no ha conseguido tener lo que en verdad quería.

Pero ellos no saben que sólo es eso: un cuerpo vacío, unas paredes, un puñado de cosas vanas.

Aquí no hay nada que valga la pena. Si miras bien dentro de mis ojos, sabrás que están vacíos, como si estuviera ciego... como lo estaba ella. Aquel es mi tormento, aquella es mi maldición. 

Todavía recuerdo su perfume, la textura de su cabello. Su cuerpo tierno que apenas asomaba unas primeras curvas. Su sonrisa, aquella piedra con la que tropecé, justo antes de caer al vacío. Sus ojos... de un verde frenesí.

Sí.. todo empezó con aquella mujer.

Entonces era una jovencita, tendría unos dieciséis años.

Aquel día comprendí que la historia se repetía.

Que ella siempre iba a olvidarse de mí.

Ojos que no venDonde viven las historias. Descúbrelo ahora