𝘃𝗶𝗴𝗶𝗻𝘁𝗶 𝗾𝘂𝗮𝘁𝘁𝘂𝗼𝗿. el peso de la confesión.

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Capítulo 24El peso de la confesión

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Capítulo 24
El peso de la confesión

Maratón 1/3

Pasé un día entero confinada en mi habitación, siguiendo las instrucciones de la Hermana Su Young, quien me aconsejó que permaneciera en cama hasta que me sintiera mejor. Sin embargo, a través de una de las internas, me enteré de que las palabras de la Hermana eran una versión suavizada de las órdenes de la Hermana Superiora.

La Superiora había insistido en que debía mantenerme aislada para no contagiar mi enfermedad a las demás internas, ni a ellas ni a los profesores. No pude evitar sentir lástima por la Hermana Su Young, quien tenía que soportar la convivencia con esas dos mujeres tan desagradables. Ahora me encontraba limpiando y organizando algunos libros en la biblioteca. Me han asignado esta tarea para evitar que hiciera esfuerzos físicos excesivos, y también porque estaba cerca de los baños en caso de que los vómitos volvieran a atacarme. De pronto, escuché una risa familiar, la risa de mi amiga, la chica de cabello rosado que cada vez se parecía más a un naranja descolorido. Su rostro estaba iluminado por una sonrisa radiante mientras realizaba unos pasos de baile cómicos que solamente conseguían hacerme reír.

—¿Qué estás haciendo?

Pregunté, soltando una risa mientras acomodaba cuidadosamente los libros en los estantes superiores. Me balanceaba de un lado a otro en la escalera de madera móvil, que se deslizaba suavemente a lo largo de los estantes de la biblioteca, como un barco en un mar de conocimiento.

—Nada en particular.—respondió ella, su risa llenando el aire como música.—Solo escuché que mi amiga había sido liberada de su cuarentena y quise llegar con buen humor para que se sienta mejor.

Exageré una carcajada ante su dramatización de mi breve aislamiento.

—Fue un día, Hyunnie.—le recordé entre risas, agitando una mano en el aire.

—Lo sé, pero para el Sacerdote Felix, fue una eternidad.

Reveló, sus manos apretando nerviosamente el tejido de su uniforme detrás de su espalda, como si estuviera escondiendo algo.

Sentí cómo mi sonrisa se desvanecía gradualmente, no había sabido nada de él desde que me desmayé, y mucho menos que se ha preocupado por mí. Me dolía pensar que él podría ser cruel, a pesar de ser un sacerdote. Era su manera de castigarme por la traición que cometí contra él. Chae Hyun pareció notar mi cambio de humor, su expresión se suavizó, y sus ojos mostraron una comprensión silenciosa. No obstante, no tenía las palabras para aliviar ese sentimiento.

—Cuando termines, podemos ir a nuestro lugar especial.—sugirió, tratando de aligerar el ambiente.

—¿Ah, sí?—respondí, agarrándome firmemente de la escalera.—Por favor, empújame.

—Por supuesto,—accedió, colocándose en el centro de la escalera de madera para empujarla a la izquierda.—unnie, sé que has descansado lo suficiente, pero un rato con tus amigos no te vendría mal. Innie robó algo de la cocina para que podamos hacer un picnic en el sótano.

El pecado de Felix (+18) ; l. felix ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora