𝘃𝗶𝗴𝗶𝗻𝘁𝗶 𝘀𝗲𝘅. el ocaso de la esperanza.

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Capítulo 26El ocaso de la esperanza

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Capítulo 26
El ocaso de la esperanza

Maratón 3/3

No entendía por qué estaba aquí, por qué me habían citado en la oficina principal. No era el momento adecuado para tener una conversación con la Madre Superiora Hwang. Cuando estaba en una situación que requería toda mi concentración, no era precisamente amable ni formal. Si la vieja se atrevía a hacerme una pregunta tonta, obtendría una respuesta tonta.

Mis ojos vagaban por un lado de la oficina, no le estoy prestando atención en absoluto.

—¿Me estás escuchando?

—No.—respondí, volviendo mi atención a la vieja.—¿Qué me estaba diciendo?

Ella bufó, como si esta conversación fuera necesaria para ambas, pero se notaba que no quería tenerla por la expresión amarga en su rostro.

—Dentro de poco es tu cumpleaños...

—Sí, ya lo sé—interrumpí sin ganas de hablar sobre mi cumpleaños.—. Es el día más esperado para todos ustedes, al menos para usted, Madre Superiora. Se hará una fiesta ese día, estoy segura, pero no por mi cumpleaños, sino porque estarán disfrutando de que ya no estaré aquí.

La vieja soltó una risa irónica, mirando brevemente a un lado de su oficina antes de volver a posar sus ojos en los míos.

—No soy tan malvada como piensas que soy, Cho.—dijo la Madre Superiora con una voz rígida y severa.—Es lamentable que te vayas de nuestra institución al alcanzar la mayoría de edad y no porque hayas aprendido a someterte a la disciplina y la devoción que promovemos aquí. La rebeldía, es un pecado que debemos erradicar con determinación.

Sus palabras, aunque duras, estaban llenas de una convicción inquebrantable. Hablaba de la rebeldía no como un mero acto de desobediencia, sino como un pecado, un obstáculo en el camino hacia la rectitud y la piedad.

—No puede ser...—murmuré inaudible, más que irritada.

—La rebeldía es una marca de deshonor, un signo de falta de fe y respeto. Es una batalla que debemos luchar y ganar en nuestra búsqueda de la santidad y la obediencia.

Afirmó la Madre Superiora con una severidad que hizo eco en la estancia. La dejé terminar, permitiendo que sus palabras llenaran el espacio entre nosotras antes de responder. Mis fanales marrones se estrecharon, entre que consideraba sus palabras, la rigidez de su creencia.

—Con todo respeto, Madre Superiora.—comencé, mi voz tranquila pero firme.—La rebeldía no es un signo de deshonor, ni una falta de fe. Es un grito de autenticidad, una resistencia a la conformidad. Es un desafío a la autoridad cuando esa autoridad suprime la individualidad y la libertad de pensamiento.—hice una pausa, dejando que mis palabras se asentaran.—Es una forma de ser yo misma en un mundo que constantemente intenta moldearme a su imagen. Y eso, para mí, es una batalla que vale la pena luchar.

El pecado de Felix (+18) ; l. felix ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora