8- Fiesta empapada

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Valentina se encontraba en la azotea de la academia sentada en la barda abrazándose de las piernas y llorando en silencio

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Valentina se encontraba en la azotea de la academia sentada en la barda abrazándose de las piernas y llorando en silencio.

Ya era sábado en la mañana recién estaba saliendo el sol, no había podido dormir en toda la noche por lo que prefirió subir para tratar de aclarar su mente solo que no funcionaba tal parecía que era peor pensar.

Su cabeza era una maraña de dudas y el hecho que Antonia no haya ido a dormir a la habitación la estaba carcomiendo.

¡¿Maldita sea que era lo que estaba pasando?!
¡¿Por qué no podía dejar de pensar en ella?!
¡Se estaba volviendo loca y no sabía cómo parar ésto pues aún no lograba comprender lo que estaba sintiendo!

Y es que toda su vida la había odiado ¿Por qué ahora de la noche a la mañana le importaba tanto?

—No, no y no a ti te gustan los niños Valentina no te confundas.

Se pasó las manos por la cabeza tratando de sacarla de su mente pero no lo conseguía.

Estaba aterrada, su primer beso había ocurrido hace unos meses con un chico de su colegio y aunque no pasó de ahí, ella estaba segura que siempre le habían gustado los chicos.

No podían gustarle de la noche a la mañana las niñas, menos esa pesada que era su mayor competencia.

Esa maldita pelinegra tan odiosa y presumida no podía gustarle.
¡No, no y no definitivamente no, eso jamás!

Limpió sus lágrimas con la manga larga de su blusa para luego asomarse a la barda cuando oyó voces provenientes de la calle. Estaba en el 5°piso así que tuvo cuidado ya que no quería matarse por caer accidentalmente.

Sus ojos se abrieron sorprendidos cuando vio que era Adel y Antonia saliendo del instituto subiendo a la misma camioneta que las trajo del aeropuerto.

No logró escuchar de que hablaban con exactitud por la distancia, solo las vio alejarse.

—¿A dónde mierda fueron?

Se preguntó arrugando su ceño y nariz viendo como la camioneta ya se había perdido entre las calles matutinas de Nueva York.

—Vaya al parecer no soy el único que habla sólo, eso me tranquiliza un poco pero si me referencia eres tú...

Alexánder salía del edificio sentándose junto a ella con una sonrisa burlona mientras Valentina lo miraba mal.

—Eres un tonto Álex.

—Bueno ya perdón mal chiste pero mejor dime ¿Porque te gusta venir aquí? ¿No te da miedo caerte o algo así?

La chica alzó los hombros restándole importancia y suspiró.

—No tanto solo hay que tener cuidado.
Desde que era una niña me gustaba alejarme de todo cuando me molestaba o estaba triste eso me ayudaba a relajarme un poco y aclarar mi mente.
Antes tenía mi bicicleta pero bueno aquí no tengo una así que este es el mejor lugar hasta ahora.

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