Epilogo | Parte 1

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Hipo despertó. Le dolía un poco la cabeza, no recordaba lo ultimo que había pasado antes de caer dormido. Abrió poco a poco los ojos. Estaba en un bosque, no reconocía cual; había muchos arboles y era otoño ya que todo a su alrededor estaba cubierto por tonos naranjas y cafés; las hojas caían con elegancia, de hecho, él estaba sobre una cama de hojas.

No quería alterarse ni entrar en pánico, pero en serio no entendía nada. Se levantó y observó sus manos, brazos, pecho y todo en él.

- ¿Pero qué...? –

Había un pequeño charco a lado y observó su reflejo; era joven de nuevo, tenía su armadura de jinete puesta, cuando ya no volaba con dragones pues todos habían emigrado al mundo oculto demasiado tiempo atrás; incluso Chimuelo.

Lo siguiente fue un enorme susto, ya que las hojas debajo de él se movieron.

- ¡Ay dioses! –

Saltó aun lado y unas enormes alas negras aparecieron, luego se sacudieron y un enorme dragón negro apareció.

- ¡Chimuelo! –

El dragón volteó y se emocionó al ver a su viejo amigo. Se abalanzó sobre el vikingo tirándolo de nuevo al suelo.

- ¡Yo también te extrañé, amigo! –

Logró quitarlo de encima, se sacudió el polvo y volvió a observar a su alrededor.

- Bueno, amigo. Debe haber alguna explicación a todo lo que nos está pasando. Pero no lo averiguaremos aquí. –

Subió al dragón y volvió a sorprenderse al notar que toda la silla, que lo conectaba a Chimuelo, estaba intacta, más que eso, era plateada y la cola ya no era roja o negra, sino naranja como las hojas de otoño.

- ¡Vamos! –

La sensación de ambos fue hermosa; el volver a volar juntos, que Hipo sintiera el viento en su rostro y ambos tuvieran su compañía mutua de nuevo.

Volaron un buen rato sin rumbo, trataban de descubrir donde se encontraban para saber a dónde irían; la brújula de Hipo no funcionaba y no tenían ningún mapa.

- No está mi mapa, ninguna brújula funciona y por lo que veo, tú tampoco sabes donde estamos, amigo. –

Su compañero gruñó como respuesta.

- A este paso, no vamos a... -

Una enorme ráfaga de viento los empujó; se desestabilizaron un momento. Hipo levantó la pequeña bisagra de su casco y trató de observar que los había empujado. Vio una borrosa mancha roja y blanca alejarse, no supo que era, pero supo que eso había pasado y los había empujado con fuerza. Se detuvo un segundo y siguió avanzando.

- ¡Hey! ¡Espera! –

Colocó bien su casco de nuevo.

- Vamos, Chimuelo. Hay que alcanzarlo. –

De inmediato, el dragón se estabilizó y voló lo más rápido posible, pero lo que sea o quien sea que seguían era bastante veloz, ni siquiera notaron el tiempo que pasaron siguiéndolo. Poco a poco una niebla los cubrió y empezaban a perder de vista el objetivo; arboles aparecieron de la nada, casi chocaban y de pronto unas enormes rocas. Perdieron el control y terminaron por caer al suelo.

Se sacudieron un poco e ignoraron el dolor, Hipo se puso de pie y caminó unos pasos.

- ¡Que caída!... todo salió de la nada. Pero... parece que, lo que sea que fuera, nos guiaba a su terreno, tal vez una trampa. – 

Ajustó su armadura y dio unos pasos, tratando de ver entre la niebla.

- Estamos aun mas perdidos, Chimuelo... ¿Chimuelo? –

Nunca JamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora