Parte 20. Realidad

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- ¿Sebastián? - preguntó una voz con sorna y desdén.

Él se volteó inmediatamente al escuchar la voz de su padre, que había desaparecido desde el problema con Mike. En cuanto lo vio a los ojos se puso a la defensiva, colocándose entre él y Elena en señal de protección.

- ¿Sebastián? - preguntó ella, al ver que ninguno de los dos hablaba - ¿quién es él?

- Uy, mírate - dijo su padre, burlándose de Sebastián - pusiste una cara de demonio. Cualquier otra persona ya se habría asustado.

Sebastián no le hizo caso y siguió mirándolo con fijeza, alerta; y su padre solo acertó a reirse, mientras se dirigía a Elena, provocándolo.

- Buenas tardes, señorita. Veo que es amiga de este bastardo...

- Déjala en paz - dijo por fin Sebastián.

El hombre definitivamente estaba divirtiéndose con lo que pasaba, silbó finjiendo relajación.

- Caray, niño, sólo estoy saludando a tu amiguita, no creo que tenga nada de malo, tranquilízate. No es como si fuera a hacerle algo - se acercó a su oído, para susurrarle - aunque podría, ¿no crees?

Sebastián inmediatamente se alejó de él, sin darle la espalda. 

- Ya, ya, no te preocupes, no te molesto más a ti ni a ella... Por cierto, la zorra de tu madre otra vez intentó engañarme, pero esta vez me aseguré de que no vuelva a pasar, así que no te Sorprende mucho al llegar a casa... nos vemos - le dijo mientras caminaba, alejándose.

Este último comentario obviamente alteró a Sebastián, pero lo que pareció afectarle más es que todo lo que le dijo lo hubiera escuchado Elena. Se quedó parado un momento, sin saber que hacer.

- ¿Qué acaba de pasar? - preguntó Elena, todavía sin entender - ¿quién era ese señor, Sebastián?

Él ni siquiera se movió, ni la escuchó. Después de unos segundos, la tomó de la mano, mientras susurraba para sí mismo.

- No hay remedio...

- Sebastián, espera - le dijo Elena, deteniéndose al ver que caminaba - ¿a dónde me llevas?

- Vamos para mi casa - le contestó - no puedo llevarte ahora a la tuya, y es peligroso que vuelvas sola.

- Pero, ¿por qué?

- Tal vez ese tipo te siga. Perdóname, no quiero correr riesgos.

- ¿Quién es él?

Sebastián no respondió, y siguió caminando de la mano con Elena hasta su casa. Al llegar vio que lo que había dicho su padre no fue solamente para molestar. La casa había sido sellada, las ventanas estaban atoradas con clavos, y la puerta cerrada con llave. Le costó mucho trabajo forzar la puerta principal, y cuando por fin pudo entrar dejó a Elena en la sala y corrió al cuarto de su madre. Ella estaba tirada en el piso, llorando. Estaba golpeada y rapada de la cabeza. Sebastián la levantó y le curó las heridas, hizo que se bañara y la acostó a dormir.

Elena no pudo resistir la curiosidad y se asomó un poquito, para ver lo que ocurría; y cuando se dio cuenta quedó horrorizada. Tengo la seguridad de que nunca en su vida había visto o sido testigo de algo tan funesto, y mientras Sebastián atendía a su madre ella lloró, lloró y entendió todo, o eso pareció. No pasó mucho tiempo cuando llegaron Violet y Theo, algo asombrados de que la puerta estaba rota, y más aún por encontrarse con una desconocida en su casa.

- ¿Tú quién eres? - preguntó Violeta, algo nerviosa. Elena en seguida recordó que Sebastián le había dicho que tenía dos hermanitos, y trató de recomponerse lo más que pudo.

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