Parte 42. Apuesta

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Vi cuando Alex vio el mensaje. No le dio importancia, pero pensé que era poco probable que no viniera a la cita.

Debí considerarlo un poco más, porque lo estuve esperando hasta que me cansé.

Tendré que darle una advertencia por ignorarme. Le escribo nuevamente un mensaje.

*Vas a arrepentirte por lo de hoy. Voy a hacer que sufras.

***

- Por tu culpa ahora debo hacer algo que no quiero, pero no me puedo negar, y puedo meterme en problemas, problemas que me evitaría si sólo... si sólo no... ¡Existieras!

Esas palabras resonaron en la cabeza de Diana, despojándola de toda la alegría que tenía hacía unos segundos. Endureció su rostro, sus ojos perdieron su brillo en su intento por reprimir las ganas de llorar. Cuando Alex volvió a verla, vio esa mirada sin vida y lo asustó, haciendo que se volteara, momento que aprovechó ella para salir corriendo. Mientras más avanzaba, menos podía controlar sus ojos, que pronto empezaron a derramar lágrimas. Corrió muy rápido, sin ver a donde iba, y cuando salió de la escuela, pasó lo inevitable: chocó con alguien.

Ambos cayeron al suelo, pero la persona atropellada por Diana le sirvió de colchón. Ella alzó la vista, encontrándose con un chico.

- ¿Estás bien? - preguntó, tratando de ayudarla a pararse.

Eso fue suficiente para que las compuertas de sus ojos se abrieran completamente. Sollozó abrazando al desconocido, lo cual lo confundió mucho. Intento pararla, pero no pudo. Sin más remedio, se sentó y la abrazó hasta que se calmó un poco.

Se que ella no se dio cuenta de lo que hacía, estaba demasiado mal como para hacerlo, y sentir el calor de ese abrazo la reconfortó muchísimo. Cuando su llanto cedió un poco, se separó de aquel amable chico avergonzada, tapándose la boca con las manos.

- ¿Ya estas mejor? - preguntó de nuevo, parándose al fin y sacudiéndose el polvo de su traje - ¿necesitas que te acompañe a algún lado?

Su generosidad tomó por sorpresa a Diana, hacía tanto que estaba con Alex que ya hasta se había olvidado lo que se sentía que alguien le hablara tan cortésmente. Solo pudo negar con la cabeza, mientras el chico la ayudaba a levantarse del piso. Le volvieron a dar ganas de llorar y sus piernas querían volver a dejarla caer, pero el chico la sostuvo.

- Conozco un lugar cerca donde puedes sentarte, ¿quieres que te lleve ahí? - propuso. Diana, sin poder hablar, sólo asintió. Quería irse de ahí lo más pronto posible.

El chico hizo que ella caminara de su brazo para que no se cayera, y caminaron hasta una pequeña cafetería. El chico la sentó en la mesa más

privada que podían encontrar ahí, y después volvió con un vaso de agua y una taza de café. Diana tomó un poco de agua y trató de recomponerse.

- ¿Más calmada? - comenzó el chico.

-Si - susurró Diana - perdón por todo eso

- No te disculpes, no hay necesidad. ¿Quieres hablar? puedo escucharte si es lo que necesitas. Me llamo Samuel, por cierto.

- Diana, soy Diana... yo... - no pudo seguir, y escondió su cabeza en sus brazos mientras dejaba caer más lágrimas. Samuel le acarició la espalda hasta que ella se obligó a calmarse - yo peleé con un amigo, es todo.

- ¿En serio? Vaya que ha de haber sido una pelea fuerte para que llores así.

Diana entonces se explayó contándole todo lo que había pasado hasta la fecha con Alex, desahogándose. Samuel vio que eso le hacía bien, así que la escuchó pacientemente hasta que acabó.

- Y hoy sin razón alguna volvió a gritarme y a decirme que le estorbo y que sería mejor si... si no existiera - dijo al final ella, sollozando. Samuel asintió, tal vez entendiendo la situación. Hizo que le sirvieran más agua y comenzó a hablar.

- Entiendo que estes triste, nadie querría escuchar eso jamás, menos de una persona a la que quiere. Pero quiero darte mi opinión, ¿puedo? - Diana asintió en respuesta - bien, sé que apenas te conozco, y al chico no lo he visto jamás, pero sé que no es buena idea obligar a alguien a ser tu amigo. Si no quiere deberías respetar su deseo, porque después puede pasarte todo lo que te ha pasado con él.

- Pero si hiciera eso no tendría ningún amigo. Tan solo mírame, no soy bonita, no soy alguien que alguien quisiera de amiga a buenas primeras. La única opción para mí es insistir para que quieran conocerme mejor.

Samuel se quedó pensando.

- ¿Pero eso no te ha traído problemas?

- No realmente. Digo, claro que me han ofendido y molestado mucho, pero ya estoy acostumbrada

- ¿No crees que eso está mal? Nadie debería acostumbrarse a eso - dijo él recargando su espalda en la silla. Diana asintió, dándole la razón.

- Pero, entonces, ¿qué haré para que volvamos a hacer amigos?

- Lo que yo te recomendaría es esperar. Dijiste que hicieron una apuesta, ¿no? bueno, si para antes de las vacaciones no te habla creo que es demasiado obvio que no quiere ser tu amigo, y debes respetarlo.

- Pero, si eso pasa, ¿qué haré después?

- Solamente seguir con tu vida, supongo. No es algo malo alejarse de las personas que nos hacen daño, o de las que no desean estar con nosotros. Con el tiempo te olvidas de ellas.

Diana se quedó viendo su vaso de agua, pensando. Al final cambió el tema de conversación y conoció un poco más a Samuel. Al parecer estaba estudiando Literatura en la universidad pública que estaba en la ciudad, y estaba caminando cerca de la preparatoria porque ese día se sentía nostálgico. Diana pronto cambio su llanto por risas, y el chico la acompaño hasta su casa, que encontró sola, propicia para que las lágrimas volvieran a salir. Su madre, al verla, se preocupó, y no la dejó salir de su casa por dos días, hasta que su semblante mejorara, porque de verdad parecía enferma.

Cuando volvió a la escuela, todos sus amigos se acercaron a preguntarle si estaba bien, preocupados por ella, todos menos aquel al que más esperaba. Ella no hizo ningún intento por hablar con él tampoco, y se alejó lo más que pudo de Alex, solo lo que sus fuerzas le permitieron, esperando, como había dicho Samuel, solo que sin decirle nada a Alex. Por dos días esperó pacientemente que él siquiera la saludara, pero eso no pasó.

Y llegó el último día de clases. Alex por fin había terminado con el asunto de Jam, y entró al salón dispuesto a arreglar las cosas con Diana, pero no la encontró. Ella llegó adrede tarde, para que sus ganas de acercarse a él no le ganaran. En todo el día fue imposible para Alex hablar con ella, porque estaba con sus amigas o haciendo otras cosas, lo cual lo frustró un poco.

Alex comenzó a guardar sus cosas, algo desazonado, cuando Diana se acercó por fin a él.

- Hola, Alex - lo saludó con una voz temblorosa. Alex inmediatamente alzó la mirada y la vio algo aliviado.

- Hola, Diana - le respondió el saludo - ¿quieres hablar?

Ella asintió como respuesta. Él quiso caminar hacia un lugar más privado, pero ella no lo dejó.

- No hace falta ir a ningún lado, no voy a tardarme - le dijo. Alex se detuvo, confundido, pero accedió a quedarse - Sólo quería que supieras que voy a cumplir con lo que prometí, no voy a volver a molestarte. Perdóname por todos los problemas que te causé en estos meses.

Ella quería irse después de decir eso, pero la voz de Alex la detuvo.

- ¿De qué estás hablando? No entiendo.

- Hablo de la apuesta, ganaste - comentó, volteando a verlo sonriendo de forma amarga, tal vez la primera que le veía en la vida - yo perdí, así que ya no tienes que soportarme más, voy a dejarte en paz, como lo deseas.

Un balde de agua fría cayó sobre Alex al escucharla, había olvidado por completo la apuesta. Diana salió del salón rápidamente, dejándolo, como ella suponía que él quería, solo.

Pero esta vez no era así.

La soledad en la que lo dejó no hizo más que pesarle en el pecho.

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