Parte 43. Extrañar

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Es impresionante, querido lector, como es posible que la mera insinuación de peligro pueda dañar tanto a una persona. No tuve que hacer mucho para llamar la atención de Alex, es más, en realidad no tuve que hacer nada. Su paranoia es tan grande que cualquier accidente que le suceda a la persona que quiere puede volverlo loco, aunque en realidad no haya ninguna razón o móvil para esos sucesos.

Me encanta lo bien que funciona una simple amenaza en alguien así.

***

Las vacaciones de invierno llegaron, para bien o para mal. Para Alex el inicio de ellas le dieron sentimientos encontrados: Por fuera daba a entender que lo que había pasado con Diana no le afectaba, y hasta agradecía en voz alta la paz que había cerca de él; pero muy en el fondo no se sentía bien, tenía una comezón que no lo dejaba nunca. A pesar de que estaba muy callado, ya no evitaba por lo menos a sus padres, que lo veían algo melancólico, y cuando vieron que hablar de Diana incrementaba su tristeza, dejaron de hablar de ella. No creo que para ese tiempo ninguno de los dos haya entendido el cambio que generaron en el otro, pero por separado ambos daban fe de ello. Alex ya no era mezquino, ni evitaba a la gente que quería hablarle. Cualquiera en la calle hasta lo habría calificado como amable.

Y ella, bueno, Diana se volvió más sensata y calmada, lo cual contrastaba con su personalidad en todo sentido. Su madre no la regañó en todas las vacaciones, y eso es decir mucho de una persona que era castigada por lo menos una vez por semana. También salió mucho en esa temporada con Samuel, con quien se volvió cercana, tal vez tratando de llenar el vacío que le generaba el no poder acercarse a Alex. Y sé que puede sonar cruel que lo estuviera reemplazando con Samuel, pero en su caso hizo que las cosas fueran más fáciles. O al menos así lo vi yo.

Alex no tenía esa ventaja. Como se había empeñado en estar sólo no sabía cómo lidiar con lo que sentía en compañía, y más de una vez lo vi viendo cualquier cosa con nostalgia, y volteaba alrededor, y se encontraba solo, y solo seguía su camino con el semblante decaído.

Un día, en que su hermano llegó del trabajo, lo encontró viendo triste a su teléfono.

- ¿Qué tienes? - le preguntó, extrañado.

- Volví a perder.

- ¿En qué?

- Buscaminas. No entiendo por qué es tan difícil. Ella podía... - se detuvo en cuanto se dio cuenta de lo que estaba por decir. Phillip suspiró, tal vez divertido con todo esto.

- Deja eso en paz y ven - Alex alzó la mirada, mirándolo con un signo de interrogación en todo el rostro - iba a salir a cenar después de dejar mis cosas.

- No, gracias. Hace frío afuera.

- Venga, te va a hacer mal quedarte encerrado. Te prometo regresar temprano. Solo vamos a comer y ya.

Alex se levantó de su silla un poco desganado. Ambos subieron al auto de Phillip y fueron a un restaurante de fideos. Después de sentarse y ordenar, Phillip comenzó a hablarle, con pocas esperanzas de que él le contestara.

- Alex, ¿qué tienes? Papá y mamá están muy preocupados, y yo estoy empezando a estarlo.

- Todos siempre se preocupan por mí, cuando soy al que menos atención deberían ponerle.

Phillip sonrió amargamente.

- No lo digo porque estes haciendo algo malo, Alex. Es por cómo te comportas últimamente, nunca te habíamos visto así. ¿Es por esa chica... Diana?

- ¿Quieren dejar de meterla en esto? No, no es por Diana. De hecho, jamás he estado más en paz, desde que no hablamos me siento bien. Todo... todo ha vuelto a ser como antes.

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