3-La Serpiente del Edén.

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En aquella cafetería, el mensajo Akoya Omori salió corriendo por las calles de Nara al ver la situación en la que se encontraba, siendo perseguido por Saneyoshi Nobunaga.

—Oigan, ¿ese no es nuestro objetivo? —preguntó Kintoki, viendo por la ventana la persecución que se estaba desarrollando.

—Parece que sí, ¿vamos a ayudar a Saneyoshi-dono? —preguntó Tomoe, mientras le daba un bocado a su tarta.

—Terminemos primero con este manjar de reyes y dioses antes de embarcarnos en nuestra presecución —replicó Kojiro, comiendo tranquilamente su postre.

Akoya corría más rápido que un atleta olímpico gracias al Kunda-taijutsu, pero Nobunaga tampoco parecía quedarse atrás. Por alguna razón se sentía mucho más ligero de pies, era tanto su nueva velocidad que no la pudo controlar bien y terminó chocándose de frente contra un árbol plantado en una esquina de la calle.

—¡Ouhhhh! —exclamaron todos los transeuntes que presenciaron tal colisión, imaginándose lo doloroso que fue eso.

—¿Qué sucedio? —musitó Nobunaga, tirado en el suelo algo desorientado por el golpe.

Ya me imaginaba que algo así sucedería, tus capacidades físicas parecen estar aumentando por nuestra fusión —dijo Shinigami.

—Podrías haberme advertido de eso antes —le reclamó Nobunaga mientras se ponía de pie.

No pensé que pasaría tan pronto, parece que eres más fuerte de lo que imaginé —explicó Shinigami, con tono de elogio.

—Gracias, supongo —murmuró Nobunaga, retornando a su persecución.

Nobunaga se levantó y continuó con su persecución, esta vez con más control sobre su velocidad, por lo que en pocos segundos pudo divisar a Akoya a lo lejos, aceleró un poco más y estaba a punto de alcanzarlo. Ambos giraron en un callejón y el hechicero japonés estuvo a punto de atraparlo, pero de la nada, Kojiro apareció en aquel callejón y golpeó a Akoya con aquel misterioso golpe de palma giratorio en el muslo izquierdo y el hombre traje elegante cayó al suelo. Musashi, Tomoe y Kintoki también aparecieron enfrente de los dos protagonistas de la persecución urbana.

—¿Cómo demonios lograron alcanzarnos? Les teníamos mucha ventaja —preguntó Nobunaga, asombrado.

—Somos capaces de muchas más cosas, Saneyoshi-dono —declaró Kojiro, con tono soberbio—. Nosotros no somos humanos normales.

—¡¿Qué mierda fue lo que me hiciste?! —exclamó Akoya, sin poder sentir la pierna izquierda.

—Primero que nada, necesito que me hagas un favor, Akoya —declaró Nobunaga, agarrándolo del cuello de la camisa—. Quiero hablar directamente con La Serpiente del Edén.

—¡¿Estás loco?! ¡Esa gente está loca! Si se enteran de que traje a un agente de la Organización Lovecraft conmigo no solo los matarán a ustedes, también me matarán a mí —advirtió Akoya, sudando como cerdo en matadero.

—Ya no formo parte de la Organización Lovecraft —explicó Nobunaga, cabizbajo—. Quiero hablar con ellos a como de lugar.

—¡Mentiroso! ¡Tienes cara de que mientes! —exclamó Akoya, asustado.

—Si no me quieres llevar entonces dejaré que Miyamoto se encargue de tí —amenazó Nobunaga—. Adelante Musashi.

—¿Eh? ¿Yo?... ¡buenas tardes, soy Miyamoto Musashi! Mis pasatiempos son escribir, pintar y cortar personas —declaró Musashi, atravesando una pared de concreto sólido con nada más que los dedos.

VIDAS PARANORMALES 3: LA ESPADA DEL SHINIGAMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora