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Luz se encontraba durmiendo plácidamente, cuando un ruido la despertó. Le costó unos segundos reaccionar y reconocer de dónde venía aquel ruido.

Era una guitarra. Rápidamente el rostro de su vecino Gustavo se le vino a la mente. Intentó conciliar el sueño cubriendo su cabeza con la almohada, pero fue en vano. A los minutos se levantó nuevamente enojada. Miró el reloj de muñeca que se encontraba en la mesa de luz, y notó que eran las dos de la mañana.

Se dirigió al pequeño balcón, algo molesta.

– ¡Hay gente que quiere dormir!– le gritó, esperando ser oída.

El volumen no estaba tan alto, pero si lo suficiente como para molestar a los vecinos.

Espero unos segundos, pero no obtuvo respuesta. Bufó algo molesta y se metió nuevamente en el departamento.

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Por la mañana le costó más que de costumbre despertarse, Gustavo había estado tocando la misma melodía una y otra vez hasta las tres de la mañana.

Mientras se preparaba el desayuno medio de mala gana, encendió el equipo de música que tenía sobre una mesita y colocó un cassette de su colección.

Subió el volumen al máximo y comenzó a sonar "No me dejan salir" del álbum Clics modernos de Charly García. Sonrió con malicia mientras se tomaba su café.

Terminó de desayunar un poco más animada después de escuchar algunos temas de aquel album que era su favorito, y después de juntar sus cosas algo apurada salió dispuesta a comenzar su jornada.

No sabía si su plan había funcionado ya que no había oído gritos de reproche, ni recibido la visita de su vecino. Pero le quitó importancia.

• • •

– El único día que entramos más tarde y puedo dormir un poco más se puso la música a todo lo que da para despertarme a propósito...

Se quejó Gustavo en voz baja algo molesto. Se encontraban en la clase de Redacción Publicitaria, y Zeta rió por lo bajo.

– Ah pero es una forra... ¿Estás segura que era a propósito?

– Obvio. Y ya se por qué... Anoche me quedé ensayando Dietético hasta no sé qué hora, porque había una parte que no me salía.

– ¿Ahh la del ensayo que tuvimos que practicar como ochenta veces? – rió.

– Si. – bufó. – Pero bue, tampoco era tan tarde. Me pegó un grito en un momento, pero me hice el re boludo. – rió pícaro.

– ¿Qué te dijo? – pregunto el otro, divertido.

– Que hay gente que quiere dormir.

Los dos se rieron divertidos. Una compañera de atrás les chistó.

– Loco, dejen escuchar la clase por favor. – los reprochó.

– Bue... – le respondió Zeta mirándola mal.– ¿Ésto es la guerra, entonces? – volvió la mirada a Gustavo, hablando más bajo.

– Na... No sé. Veremos qué sucede, pero si vuelve a hacerme algo así, le declaró la guerra.

– Eso va a ser divertido... ¡Quiero ver quién es, hijo de puta! Déjame ir...

En remolinos | Gustavo CeratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora