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El sábado por la noche llegó, y Luz se miraba al espejo probándose el cuarto cambio de ropa.

– No se... Me parece demasiado. – decía pensativa, mirando su reflejo. – Mejor me quedo con el primero.

Tenía mucha ropa, pero siempre volvía a lo mismo: jeans negros, una blusa y converse.
Todavía no sabía que hacer. Había estado toda la tarde pensándolo. Una hora atrás había decidido que no quería ir, pero tuvo un arrebato de ganas y se levantó a probarse distintos looks.

Miró la hora de su reloj de muñeca, ya eran la una de la mañana. Gustavo le había dicho que podía ir con él y sus amigos, pero ya era tarde y seguro él ya se había ido.

Tomando sus cosas, se atrevió a ir de una vez por todas.

.

Al llegar al lugar, se sentía como sapo de otro pozo. Notó que Gustavo aún no estaba tocando, así que debía estar por ahí.

Miró a su alrededor con curiosidad. Al menos, no era la única mujer que estaba ahí esa noche.

Lo divisió entre las mesas pequeñas, con su grupo de amigos.

– Hola... – tocó su hombro, algo tímida.

Él volteo rápidamente, y al verla su rostro se iluminó.

– ¡Luz, viniste! – dijo sonriendo amplio.

– Si, me decidí... Perdón que no te avise antes, es que hasta recién no sabía si iba a venir.

– No hay problema... Chicos, ella es Luz.

Dijo presentándola al resto. No eran muchos, saludo al muchacho de ojos color café que se le decían Zeta, luego a uno rubiecito de pelo largo enrulado y ojos celestes llamado Charly, y otros dos llamados Pablo y Christian.

– Un gusto. – dijo terminando de saludar al último, y sentandose al lado de Gustavo.

– Así que vos sos la vecina...– dijo Zeta sonriendo, mientras jugaba con su vaso de cerveza.

– Así que vos sos el amigo ruidoso. – lo desafío.

Todos rieron.

– Perdón por eso... Creo que ya estamos mejorando ese temita, ¿No? – dijo Gustavo riendo.

– Si, los jodo nomás.

– ¿Querés algo para tomar? – preguntó él, amable.

– Dale, una gaseosa está bien.

– ¿Una gaseosa, no querés tomar algo más divertido?

– ¿Algo más divertido? – rió ella. – No tomo hace mucho... Hoy no tengo ganas de hacer excepciones.

– Bueno dale, ahí te traigo una coca.

Él se paró, y la dejo sola con sus amigos.

– ¿Y qué haces vos, Luz? ¿Estudias, trabajas...? – le pregunto Zeta, amigable.

Comenzaron a charlar brevemente de sus vidas. Ella le contó a qué se dedicaba, y que en sus tiempos libres amaba leer y escribir. Zeta le comentó que el estudiaba con Gustavo publicidad, y claro que ésto ella ya lo sabía por el mismo Gustavo.

Pudo hablar bastante con todos cuando volvió Gustavo, menos con uno. Charly, el rubiecito de pelo largo. De vez en cuando se reía de las pavadas que sus amigos decían, pero no hablaba mucho. Parecía medio tímido.

– Bueno, creo que en diez ya entramos.

Se levantaron solo Gustavo y Zeta, y Luz miró desconcertada a Charly.

En remolinos | Gustavo CeratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora