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Gustavo la miró, sorprendido. Era la primera vez que los dos se sinceraban así.

Subió una mano lentamente con timidez a su mejilla. No hacia falta decir mucho más.

No sabía por qué con ésta mujer le costaba tanto activar.
Si antes lo había hecho cientos de veces. Pero con ella, era como si su corazón se hubiera abierto por primera vez. Y se sentía desnudo de alma.

Acarició su mejilla con su pulgar, y ella cerró sus ojos, sintiendo su toque suave. Luego, subió su mano y la posó sobre la de él. Aquel instante, tan esperado...

Gustavo acortó la distancia que los separaba, y por fin le dió un beso en los labios. Suave, lento, probando cada centímetro de su boca.

Los labios de Luz eran dulces. Y ella sentía que se derretía en las manos de Gustavo que la tomaban con tanta dulzura.

Se separaron, y se miraron casi sorprendidos. Aquello había sido tan intenso y real para un simple beso.

Ella rápidamente, unió sus labios en otro beso un poco más profundo.

– No sabes hace cuánto quería hacer ésto... – murmuró, después de un buen rato de probar sus labios y acariciar suavemente su rostro y sus hombros.

– ¿Y por qué no lo hiciste? – murmuró ella, con sus dedos entrelazados entre los rizos rebeldes de Gustavo.

– Porque no me dabas ni una chance... – rió rozando sus labios, y acarició su cintura.

– ¿Entonces, te pasan cosas conmigo? – ella alzó una ceja.

– ¿Y a vos te pasan cosas conmigo?

– Si... Ésto va a ser difícil.

– No lo creo. No sé si lo notaste, pero hace bastante que vengo intentando arreglar las cosas. – dijo el, alejandose un poco.

– Si bueno, yo tengo que ver las acciones.

– Lo mismo digo.

Ella suspiró, y paso una mano por su cabello.

Gustavo tenía razón. Ella tampoco se había comportado de la mejor manera.

– Si, tenés razón. Yo también hice de las mías.

– ¿La pasaron bien, la otra noche?

– Gus... Por favor.

Hizo una mueca apenada. No quería volver a tocar ese tema.

– Supongo que estamos a mano entonces. – dijo él.

Ella rió.

– No, tu reputación viene desde antes... Yo metí la pata una sola vez. Y no sabía que te pasaban cosas conmigo.

– ¿Ah no? – él, riendo se cruzó de brazos.

– Bueno, quizá un poco...

Él, riendo divertido la abrazó juguetón.

– Y todavía me debes esa comida.

– Tenés razón... Después de todo lo que hiciste por mi aquella vez...

– Ese fue un día terrible. Que mala suerte que tenés, Luz. – dijo exagerado.

Ella rió y se incorporó del sillón.

– Bueno, ésta chica y su mala suerte se van a ir retirando.

– ¿Qué, por qué...? – pregunto desconcertado.

– ¿Por qué? Porque tengo que ir a descansar... Hoy fue un día largo.

El asintió con la cabeza resignado. Era cierto, eran las cinco de la mañana. Además, no podía abusar de su buena suerte con Luz.

No quería arruinar el momento. Quería ir lento, con ella debía ir lento y hacer las cosas bien.

– ¿Te acompaño?

Ella rió.

– No, está bien.

– Dale, déjame acompañarte.

– Bueno, si insistis.

El se incorporó y la acompañó hasta el tercer piso. Dejándola en su departamento, notó que Vicente estaba dentro.

– ¿Qué hace éste acá?

– Vino hoy temprano... Parece que ya se adueñó.

– ¿Eso es un plato de comida? – pregunto divertido.

Ella volteo, y rió nerviosa.

– Si bueno, me daba cosa que le dé hambre mientras no estás...

– Creo que los dos se encariñaron. – rió. – Tranquila, no me molesta para nada. Vicente tiene una vecina excelente, que lo cuida cuando yo no estoy... Gracias.

Se agachó a tomar al gato, quien ronroneaba feliz de ver a ambos.

– Gracias por acompañarme.

– Sana y salva en su hogar.

Él hizo una reverencia exagerada, y ella rió.

– Buenas noches.

– Buenas noches, bonita.

Él se acercó por última vez, con la intención de darle un beso. Pero ella fue más rápida, y dejo un tierno beso en su nariz.

– Chau.

Murmuró sonriendo tímida, y él se quedó inmóvil, mirando hacia la puerta mientras ella cerraba lentamente.

Parado ahí en el pasillo, no podía caer en cuenta. Aquel último beso, tan dulce, lo había dejado estúpido.


• • •

Al día siguiente, Luz se despertó con una gran sonrisa en el rostro.

Todo aquello no había sido un sueño. Gustavo había confesado que le pasaban cosas con ella.

Pero aún tenía sus dudas. ¿Y si solo se comportaba así porque estaba ilusionado, y después volvía a ser el mismo mujeriego que era cuando lo conoció?

No, aquello no tenía por qué ser. Era cierto que hace varias semanas que ya no veía ninguna mujer salir de su apartamento. Y las veces que lo ha visto tocar, tampoco se ha hablado con mujeres que ella no conocía.

¿Y con Charly, qué había ocurrido? Aquella repentina charla de la noche anterior había llamado su atención. Quizá solo quería ser amistoso y ya.

Su mente, nuevamente, era un revoltijo de dudas y preguntas. No sabía qué le esperaba de ahora en adelante.

Abrió las ventanas mientras bostezaba, y miró hacia el horizonte. Era una mañana soleada. El árbol de jacarandá frente a ella, tan colorido como siempre.

De repente, un silvido la distrajo de sus pensamientos. Bajó la mirada, y ahí estaba él.

Gustavo, en el balcón, con la misma ropa que la noche anterior, sonriendo.

– Buenos días. – dijo él, coqueto.

– Hola... – ella sonrió, refregando uno de sus ojos algo adormilada.

Por un segundo, se avergonzó de cómo se vería. Quizá aún estaba despeinada y su cara algo hinchada por haberse despertado recién.

– ¿Cómo dormiste?

– Bien... ¿Vos dormiste? Tenés la misma ropa que ayer...

– De hecho no dormí. – rió divertido, y se apoyo contra el barandal de su departamento.

– ¿Qué, por qué?

Él la miro pensativo, mordiendo su labio inferior.

Hizo una seña con su dedo en señal de que lo espere y desapareció.
Luz volvió a bostezar, rascando su cabeza confundida.

Al minuto, Gustavo volvió con su guitarra y su libreta. Se sentó nuevamente en el suelo. Le echó un vistazo, sonriente y comenzó a tocar una melodía en su guitarra.

Luz no podía creerlo. El mismísimo Gustavo Cerati, su vecino, con el que le pasaban cosas, con el que había dado mil vueltas, le estaba tocando una canción...

Maratón 2/2 feliz domingo ♡

En remolinos | Gustavo CeratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora