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Charly siguió a Gustavo dentro del estudio. Pero este lo ignoraba molesto.

Al llegar a la sala dónde ensayaban y grababan algunas pistas, se colocó en su posición.

– Empecemos.

– Hola, buen día Zetita. ¿Cómo estás? – pregunto Zeta, irónico. – ¿Bien y vos Gustavito?

– Dale dale, empecemos.

– ¿Que le pasa a éste? – Zeta volteo a ver a Charly. – Siempre lo mismo, cuando llega cruzado se la agarra con todos.

– ¿Sabes que pasa? Que este tiene una bocota, cuando le conviene nomás.

– Lo que le dije a Luz fue cierto. Y como soy tu amigo te conozco bien.

– Vos tenés que dejar de meterte en lo que no te importa. – volteo a Charly molesto, señalándolo.

– ¿Que están peleando por una mina otra vez? – Zeta miró al techo de la sala, resignado.

– No es una mina. Es Luz.

El morocho volteo a ver a Gustavo, curioso.

– ¿Que paso con Luz?

– Y, ahora nada, por la culpa de este salame.

– Y bue, hacé las cosas bien entonces y vas a ver cómo se arregla todo. – se encogió de hombros, sentandose detrás de su batería.

Gustavo iba a responderle. cuando se trataba de ellos dos discutiendo, parecía que el otro siempre quería tener la última palabra.

Zeta poso una mano en el hombro del cantante, y nego con la cabeza.

– Cortenla. Vamos, a grabar.

Él no muy convencido, volteo en su lugar y miro su libreta.

– Perdón, ya estamos. – le dijo al sonidista que los esperaba del otro lado sin mucha paciencia.

Éste, asintió levemente con la cabeza y le hizo una seña con el pulgar arriba.

.

C

aminando hasta su casa, sólo Gustavo y Zeta fumaban un cigarro, charlando.

– Che, no te enojes con Charly boludo. – Zeta volvió a tocar el tema. Luego de la grabación, el más joven se había ido temprano por su cuenta.

– Y si la re cago. La otra noche estuve a punto...

– ¿De qué..? – preguntó el morocho, pícaro.

– De darle un beso. – suspiró. – Pero no quiso. Me dijo que ella no es para mí. ¿Que imagen tiene de mi, boludo?

– Y, la imagen que vos le diste también... Son vecinos, me dijiste que más de la vez te ha visto con una mina. – dijo él obvio.

– Si, ya se. Soy un pelotudo yo también. Es que nunca me imaginé que me iba a enganchar... Al principio me parecía linda si. Y pensé tremenda mi suerte de tener una vecina así. Pero cuando la conocí, es tan distinta a todas las minas con las que estuve... Con ella siento que la conozco de otra vida Zeta. – dijo con seriedad. – No sé que me pasa. Me gusta Luz, me gusta de verdad.

En aquel momento, Zeta lo miraba casi sin creerlo. Era de esas pocas veces que escuchaba a Gustavo hablar desde el corazón.

Cuando estaban solos, volvía a ser como era en un principio. Cuando solo eran ellos dos, o ellos tres con Charly. Ahora, con esto de la banda y con la personalidad extrovertida de Gustavo, cuando había alguien más en la habitación su ego parecía subirse hasta las nubes.

En remolinos | Gustavo CeratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora