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Era especial porque era algo íntimo. Casi como cuando se habían conocido. Él en su departamento, ella en el suyo.

– Me quedé despierto toda la noche, porque te estaba escribiendo ésto...

Dijo, y comenzó a tararear la melodía más hermosa que jamás había escuchado, y apoyándose en el barandal lo escucho con atención, sonriendo.

Hablando de vos
Invento a cada instante melodías
Así reemplazo las palabras
Yo nunca fuí muy bueno en poesía
Sólo estoy, sólo estoy
Hablando de vos

Hablando de vos
Ojalá estuvieras pensando igual
Con tantas ganas de volver, pero
De volver hacia adelante no hacia atrás
Hablando de vos..

Luz borro su sonrisa, perpleja por las primeras palabras que estaba escuchando cantar a Gustavo. No borró su sonrisa por disgusto, sino más bien todo lo contrario.

Su corazón comenzó a latir tan rápidamente, que un nudo se le formó en la garganta.

Era la primera vez que alguien le cantaba algo así, tan hermoso, tan sincero...

– Y ya me estaba olvidando, Luz
De usar la vida para amar
La energía la tenemos
Pero a mí me falta un poco más

Quizá con esta caída
Consiga caminar
Quizás con esta herida
Lo nuestro aún se pueda salvar
Quiero pegarme a vos
Quiero mirarte recostado
Quiero esa paz a tu lado
Y mil escenas más
Que a lo mejor
Aún no has olvidado
Oh, no, no, no

Hablando de vos
Las historias las recuerdo apretujadas
Asfixiadas por mis lágrimas
Es el temor de que lo poco se haga nada
Y yo, y yo
Hablando de vos

Mmm, hablando de vos
Escribo tanta cursilería
Sabes, se terminó mi agenda
Y aparezco en todos los días
Hablando de vos

Y ya me estaba olvidando, Luz
De componer una canción de amor
Será que necesito estar al borde
Para escribir algo mejor

Quizás con esta caída
Consiga caminar
Quizás con esta herida
Lo nuestro aún se pueda salvar
Quiero pegarme a vos
Quiero mirarte recostado
Quiero esa paz a tu lado
Y mil escenas más
Que a lo mejor
Aún no has olvidado
Oh, no, no, no

Hablando de vos
Me vienen tantas ganas de amarte
Hablando de vos...

Cuando él terminó de cantar, Luz secaba lágrimas de sus ojos.

En ningún momento, él había dejado de mirarla. En señal de que absolutamente cada palabra que se había desvelado escribiendo, era cierta.

No dijo nada. Sino que salió corriendo de su departamento.

Él comprendió enseguida, y parándose apurado, tiró su guitarra en el sillón y fue a abrir la puerta de su departamento esperándola.

A penas la abrió, Luz saltó hacia él, y el la cargó en sus brazos, besándola y abrazándola con ternura.

– Jamás me habían cantado algo así. Jamás nadie me había cantado nada... – se bajó de sus brazos, para mirarlo unos centímetros por debajo de él.

En remolinos | Gustavo CeratiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora