Metas y Motos

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Cuando Jack parqueó, la primera en despertarse fue Adora, mirando confundida alrededor, sintiendo la reverberación que venía desde el pecho de la magicat encogida a su lado. Los ojos azul oscuro de Kate la atraparon en el retrovisor, con una sonrisa traviesa que a Adora le recordó a Mermista.

Otros dos ronroneos se unieron al de Catra más la risita de Kate.

Pese al sonrojo olímpico de Adora, logró tensarse en vez de saltar y alejarse de Catra y despertarla bruscamente. Sin embargo, el movimiento fue lo suficiente para llamar a la magicat desde la inconsciencia, se frotó contra el hombro de Adora como si fuera su almohada, se estiró un poco, y en medio de un bostezo fue que al fin abrió los ojos. Antes de que ninguna pudiera decir nada, Kate les ganó:

—¿Dormiste bien, hermana? —con tono juguetón.

Catra encogió las orejas, en un segundo vio la cara sonrojada de Adora, los ojos traviesos de Kate desde el retrovisor.

—¡Lo siento, Adora! —saltó lejos de ella.

—No, no te preocupes. Fue un día largo —la pediatra le regaló una sonrisa tranquilizadora.

Con una risa ahogada, Jack fue el primero en salir del auto.

—Parece que las dos se cansaron bastante —agregó Kate mientras también salía.





Adora llegó al consultorio de Spinni con un suspiro. Sabía que tendría que enfrentarse a esto después de la mirada levemente acusatoria que le dio la mujer rosa al despedirse de la fiesta.

—Buen día, Spinni.

—Oh, buenos días, Adora —le respondió como si no fuera otro martes a las nueve de la mañana.

—¿Cómo estás? —su tono inocente le valió que Spinnerella le dirigiera una mirada cansina, muy inusual en ella para sus pacientes, más propia de cuando trataba con su esposa.

—Adora, solamente tenemos una hora para hablar y en serio quisiera abarcar ciertas... situaciones —salió de detrás del escritorio de madera para sentarse en su sillón magenta.

—Está bien... pero no sé exactamente cómo lo quieras manejar, Spinni. —dijo y se dejó caer sin gracia sobre la otomana.

La terapeuta suspiró, acomodando sus pensamientos.

—El domingo... fue una fiesta muy divertida. Sabes que no es usual que terapeuta y paciente convivan así, pero ya que nos invitaste... creí, bueno, primero: quiero remarcar que ésta sigue siendo una sesión, todo lo que digas aquí es confidencial y yo estoy para ayudarte y escucharte —Spinni titubeó al no saber cómo abordar el tema, aunque estuvo pensándolo en cada momento libre. Al final escogió la más sencilla sinceridad —Adora, lo único que pude ver fueron personas cariñosas, divirtiéndose contigo.

—Lo sé —Adora miraba al suelo, con las manos cruzadas apoyadas sobre los muslos.

—Y Mermista... ¿Adora, por qué..?

—Porque entonces me habrías dicho que la llamara... a cualquiera de ellos —dijo Adora, atrapada.

—Pero...

—Lo sé, lo que digas lo sé... Y lo siento, solo no quería... No podía en ese momento. Y necesitaba tiempo a solas. Necesitaba no sentirme una carga para todos ellos. —Spinnerella guardó silencio, dejando que las compuertas se abrieran por si solas. —Conozco a Mermista hace casi diez años, y a Bow hace mucho más, y desde el principio no han hecho más que apoyarme... No tenían que lidiar conmigo... Yo no podía lidiar con ellos... —dijo en voz más baja.

Segunda RondaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora