Capítulo VIII: Iniciativa

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La mañana era fresca. Ese día Edgar sí que se abrigó bien. Se cubría la cara con su bufanda. Sentía las mejillas congelársele. Al ver llegar a su compañero de trabajo llegar, Colette saludó efusivamente desde el mostrador.

     —¡Buenos días, Edgar! —dijo la peli-blanca. Casi siempre era más afectiva los lunes, luego de no ver a Edgar durante los fines de semana (a menos que planearan algo).

     —Buenos días, Colette —saludó de vuelta el chico. Si bien no era tan efusivo como su amiga, la leve sonrisa que se asomaba en sus labios indicaba que estaba de buen humor. Esto no pasó desapercibido para la chica, quien levantó una ceja y se acercó al chico. Sospechaba la causa de su particular estado de ánimo.

     —Yyyyyyy, ¿hiciste algo este fin de semana? —inquirió con las manos en la espalda, mirándolo furtivamente. Estaba ansiosa por escuchar las novedades que pudiera traer su amigo sobre su conquista.

     —Ah, pues... —murmuró asaltado por la pregunta. Recordó entonces el fin de semana con Bibi, y el frío que sentía en las mejillas se hizo menos— Vivianne me invitó a ver su partido de béisbol.

     —¡Wow! ¿De verdad? ¿Y qué tal estuvo? ¿Juega bien? —interrogó genuinamente interesada.

     —Juega increíble... —expresó Edgar en un suspiro. Colette sonrió enternecida. Cada día Edgar parecía estar más y más enamorado, y todo parecía marchar bien.

     El chico le contó el día que tuvo. Desde el maravilloso home run que Bibi anotó en la última entrada hasta su salida de Retróolis y el tiempo que pasaron juntos al lado de la carretera. Colette escuchaba cada detalle con atención, y no podía evitar soltar suspiros.

     —¡Qué romántico! —opinó recargada en el mostrador luego de que Edgar terminó de hablar— Mira que llevarte a un lugar así de especial, al lado de la carretera, ver el atardecer juntos... —decía imaginándose a ella misma en esa situación con ese chico callado de cabello pelirrojo, camisa verde, chaleco morado y shorts marrones que visitaba la tienda a menudo. También Colette tenía su crush. Aquel chico... Nunca lo había escuchado hablar, pero su sonrisa la había enamorado.

     Edgar reflexionó sus palabras. Realmente, visto desde esa forma, sí resultaba algo... Romántico. ¿Podría considerarlo una cita? El rubor se le subió hasta las orejas. ¡Claro que había sido una cita!, si Vivianne le coqueteaba desde que lo invitó a salir al Bull's Bar. Pero aun así, las mariposas revoloteaban en su estómago como la primera vez que la vio. Incluso sus momentos de silencio eran reconfortantes.

     A Edgar se le ocurrió una idea de súbito.

     —¿Qué tal si... La invito yo a salir? —expuso a su amiga, esperando su opinión. Ella sabía más de romance, después de todo.

     —¿¡Cómo!? ¿¡No la has invitado TÚ todavía a salir!? —expresó Colette con incredulidad e indignación— ¡Claro que tienes que invitarla a salir! ¡Es lo que hace un caballero! Dios, Edgar, no esperes que la chica haga todo.

     Edgar lo pensó seriamente. Era cierto, si quería demostrarle realmente a Vivianne cuánto se interesaba en ella, debía tomar la iniciativa así como ella lo había hecho.

     —Pero... ¿Crees que acepte? —interrogó con timidez. Se sentía bastante inseguro, porque sentía a Vivianne todavía como una chica demasiado increíble para él. Como un sueño, demasiado bueno para ser verdad.

     —¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Ya te ha invitado ella a salir! ¡Dos veces! Además, todavía recuerdo la manera como te coqueteó cuando se conocieron. ¿De verdad crees que ella no quisiera que la invitaras a salir? —expuso levantando una ceja. Realmente la peli-blanca tenía buenos argumentos. Edgar, aunque tímido, fue animado por las palabras de su amiga.

     —¡E-está bien! ¡La invitaré a salir! —dijo con una sonrisa que Colette le devolvió. Esta, emocionada por su amigo, lo agitó tomándolo de los hombros.

     —¡Eso quería oír! —enunció. Edgar usualmente se molestaba cuando Colette era así intensa, pero, esta vez, incluso se rió un poco. Su amiga lo notó, y mientras volvían al trabajo, no podía creer lo mucho que el amor había cambiado a Edgar. Se le veía más alegre, de mejor humor, todo desde que esa chica lo invitó a salir, y Colette no podía estar más feliz por él. Eran amigos, después de todo, y aunque se había hecho su amiga incluso con esa actitud fría, distante y a veces hasta grosera, sabía que Edgar se preocupaba por ella, y ahora ver esta faceta más sensible de él era increíble. Aquello reforzaba la creencia de la chica de que el amor puede cambiar a las personas.

     Al terminara jornada, ambos se despidieron, tomando caminos distintos. La peli-blanca estaba muy emocionada por su amigo, y no dejaba de formular y de planear cosas para cuando su amigo y Vivianne fueran oficialmente novios. Su mente escaló tan rápido que se imaginó siendo madrina de bodas, ¡incluso pensó en un regalo! Definitivamente tenía que hacer que Edgar conociera a los Bad Randoms. "Sería el mejor regalo de bodas de la vida", pensaba.

     Mientras tanto, Edgar, en su casa, nuevamente cenaba sopa instantánea. Quería invitar a Bibi a salir, pero, ¿a dónde?

     Vivianne era una chica especial, y por ende, tenía que ser algo especial, único y diferente. Sabía que una simple cita a un café o al parque no la impresionaría. Tenía que pensar en algo más.

     "Quizás un concierto... Pero no hay conciertos próximos..." penso para sí mismo. Mientras su mirada divagaba por su habitación, sus ojos se fijaron en un poster de "American Psycho" que tenía en su habitación. Era una película que llevaba tiempo esperando a que saliera en cines, ya que era una de sus favoritas. Además, recordó que no tardaría más de un par de semanas en estrenarse en salas.

     "¡Eso es! Ir al cine no suena tan mal. Quizás no sea lo más original, pero se aleja de ir a ver una comedia romántica típica... Aunque, ¿a Vivianne le gustarán las pelis de terror?" reflexionó, y en medio de sus reflexiones, su teléfono vibró. Era Colette. Le escribió por mensaje su idea, y la respuesta de su amiga fue:

     "Bueno, ¿por qué no le preguntas? Es la única manera que tienes de saberlo".

     Nuevamente, la peli-blanca tenía razón. Todavía con dudas, cambió su chat al de Vivianne. Reescribió el mensaje varias veces porque no le convencían sus palabras, pero terminó escribiendo:

     "Hey, me preguntaba si te gustaría ir al cine el próximo viernes si no tienes nada que hacer. Hay una película de terror que me gustaría ver contigo".

     Luego, mandó el mensaje. Apagó la pantalla de su teléfono y lo dejó en la mesa. Estaba nervioso, muy nervioso, tanto que le empezaban a sudar las manos y no podía ni sostener su celular. A los pocos minutos, su teléfono vibró, y volvió a tomarlo con premura.

     "Suena bien, me encantan las películas de terror, así que, claro".

     Luego de unos minutos, envío otro mensaje:

     "Es una cita, guapo" seguido de un emoji de corazón.

     A Edgar casi se le salía su propio corazón por la boca de la emoción.

How To Be A Heartbreaker (Bibi×Edgar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora