Capítulo XVII: El concierto

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Aunque no tenía la costumbre de mirarse en el espejo, aquella vez lo hizo. No le importaba lo que los demás pensaran de ella, porque sabía que era una chica guapa, pero por primera vez se sentía nerviosa de lo que un chico fuera a pensar de ella.

     Suspiró y sonrió, satisfecha con su imagen. Se tomó incluso la molestia de pintar la mitad de su cabello con un tinte temporal rosa para darse un pequeño cambio de look esa noche. No sabía qué pensaría Edgar, pero tenía confianza en ella misma.

     Acordaron que ella pasaría por él en su motocicleta, y dicho y hecho, la asiática condujo hasta la casa del muchacho. Sonó el claxón, y él salió listo y dispuesto. Cuando la chica se quitó el casco, revelando el cambio en su apariencia, los ojos del peli-negro sacaron chispas. Aunque él no creía que Bibi pudiera ser más hermosa, aquella noche lo parecía más, y no dudó en decírselo.

     —Te ves muy bien hoy... M-me encanta el nuevo look —admitió tímidamente rascándose la nuca, sin saber cómo ella tomaría el cumplido. No tenía de qué preocuparse, porque ella se sintió sumamente halagada.

     —Gracias, tú tampoco estás nada mal —respondió con las mejillas suavemente ruborizadas y una sonrisa nerviosa, inconscientemente tomando uno de los mechones de su cabello y jugueteando con él. Vivianne, la misma chica ruda que casi nunca sonreía, ahora parecía una dulce y frágil muñeca con ese rubor adornando su blanca piel. Edgar se estremeció de pies a cabeza: aunque se había enamorado de ella por su actitud cool y de chica mala, esta nueva faceta también lo hacía volverse loco.

     Hubo silencio entre ambos, pues ninguno de los dos sabía qué decir: estaban muy nerviosos. Aunque en Edgar era usual, en Vivianne no, así que se extrañó mucho de sentirse ansiosa. Así de intensos eran los sentimientos que el chico provocaba en ella.

     —Uhm... B-bueno, súbete, ¿no queremos llegar tarde, verdad? —habló finalmente la peli-negra. Edgar asintió rápidamente.

     —¡Sí! ¡Digo, no! Digo... —ante esto, Bibi rió suavemente, enternecida por el nerviosismo del chico.

     —¡Sólo súbete! —indicó entre risas. El joven, apenado, lo hizo, pero ciertamente también había disfrutado aquel tierno momento. Finalmente Bibi se puso el casco y arrancó la moto. La arena quedaba algo lejos, casi a las afueras de la ciudad, así que iban a conducir más de lo usual.

     Las luces de neón rosáceas y purpúreas le daban a la ciudad un aspecto ochentero, como si aquel lugar se hubiera detenido en el tiempo. Esa noche no era la excepción, y las luces fluorescentes iluminaban las calles más transitadas. De no ser por la polución del aire y el alto índice de delincuencia, Retrópolis sería una utopía y la ciudad más bella del mundo.

     Mientras Bibi conducía, Edgar miraba alrededor, un tanto cautivado por la vista de la ciudad que tantas veces había visto. Quizás era diferente porque iba con Bibi. Entonces, sintiéndose cómodo, se aferró más a ella, recargando su cabeza en la espalda de la chica. La asiática no pasó desapercibida esta cercanía, y simplemente sonrió mientras sentía cómo su corazón vibraba y se agitaba más que el motor de su vehículo.

     Llegaron a la arena bastante temprano. Ya que no querían perderse el concierto por nada del mundo, terminaron arribando media hora antes, pero incluso así había ya bastante fila: una fila inmensamente larga. La espera no fue precisamente aburrida, pues ambos charlaban animosos y estaban encantados con la compañía del otro. Compartían sus pensamientos sobre lo mucho que les emocionaba ver a los Bad Randoms, y cómo esa sería una noche increíble. Se sentían en un sueño hecho realidad, y no solo por la emoción de ver a su banda favorita: también porque compartían ese momento juntos.

How To Be A Heartbreaker (Bibi×Edgar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora