Capítulo 7

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DRA.

La chica está tendida sobre una camilla ligeramente reclinada hacia delante. Sedada, por supuesto. Así todo es más sencillo.

Apenas tiene dieciséis años y el poder que posee es uno de los más peligrosos y codiciados que existen entre las diferentes especies de Cambiaformas. Sin embargo, explotarlo no nos está resultando tan fácil como habíamos imaginado.

— Aumenta la intensidad.

Conrad, el jefe de los guardias de las instalaciones, está parado junto a la máquina en cuestión. De la parte frontal del aparato emergen varios cables que se fusionan a mitad de recorrido para acabar desembocando, como uno solo, en un aro de brillante color cobrizo. Este aro, al igual que si fuese una corona, descansa sobre la cabeza de la chica, pasando por mitad de su frente.

Encima de la máquina hay un pequeño monitor que recoge su actividad cerebral o que, al menos, debería hacerlo. Por desgracia, no se observa ni una sola onda, a pesar de que el dispositivo funciona perfectamente.

Sí.

Ya lo hemos comprobado varias veces.

Aprieto los dientes con frustración hasta que me duele la mandíbula.

— Ya está casi al máximo, doctora. Si pasamos su umbral de tolerancia podríamos causarle daños permanentes e irreparables — me advierte él con seriedad.

Mis ojos se dirigen de nuevo a la chica. Sus párpados cerrados ocultan unos iris de una tonalidad antinatural. Rojos como los rubíes o como la sangre que circula por nuestras venas. Su cabello liso y negro cae alrededor de su cara en forma de corazón hasta poco más allá de sus hombros. Su expresión, a pesar de estar dormida, no luce tranquila sino más bien desafiante.

La maldita cría se ha convertido en la horma de mi zapato.

— ¿Desde cuándo te importa herir a los sujetos de experimentación, Conrad? Te estás volviendo blando — lo observo con una ceja elevada mientras cruzo los brazos frente al pecho.

— La vida de esta chica no me podría importar menos — responde él con el rostro inexpresivo —, pero creía que la necesitábamos.

Ojalá Conrad no tuviera razón. Ojalá no necesitásemos la capacidad de Ryn de entrar en mentes ajenas. Sin embargo, cuando abro la boca lo que sale de ella es:

— Hazlo. Sube la maldita intensidad.

— Como quiera — murmura el guardia con un encogimiento de hombros despreocupado y hace girar la rueda un cuarto en dirección a las agujas del reloj.

La máquina empieza a hacer un ruido extraño, como si estuviese concentrando una gran carga eléctrica en su interior. A su vez, el aro de cobre se ciñe apretadamente alrededor de la cabeza de la chica. Unas agujas diminutas e invisibles se clavan en su piel. Ella apenas se sacude por el dolor debido a su estado de inconsciencia, aunque cuando despierte probablemente le dolerá bastante.

Cuando la máquina termina de cargarse emite un zumbido bajo y prolongado y, entonces... CHRRP. El aparato se sacude con un chisporroteo brusco que nos hace saltar a ambos sobre nuestros pies. Conrad retrocede, alejándose de la máquina de la que brota una pequeña columna de humo negro.

Incapaz de contener mi furia, emito un alarido bajo y lanzo la carpeta que sostenía entre mis brazos contra suelo.

— ¡Que hijo de...

Doy media vuelta y salgo fuera de la sala. Inmediatamente después escucho como la puerta se abre y se cierra detrás de mí y, al poco, Conrad aparece a mi lado siguiéndome por el largo pasillo iluminado de blanco. Mi bata larga ondea con la celeridad de mis pasos.

Secretos oscuros © #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora