Capítulo 18

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AMARA

Dante tiene un jet privado para su uso personal. Un avión lo suficientemente grande como para transportar a una docena de personas, muy bien equipado y de aspecto bastante lujoso. Los asientos son de cuero blanco y las mesitas accesorias de madera oscura. Unas tiras led de suave tonalidad violeta recorren los laterales del pasillo central iluminando de forma tenue el interior del avión, mientras que en el exterior brillan las estrellas en un cielo tan negro como el petróleo.

— ¿Duermes? — le pregunto a Nhor dejándome caer en el asiento a su lado.

La mujer de rasgos asiáticos y largo cabello blanco tiene el asiento reclinado hacia atrás, las piernas estiradas, los brazos cruzados frente al pecho y los ojos cerrados. Su expresión es neutra y su respiración tranquila y regular. Con cualquier otra persona no habría duda, pero con Nhor... nunca se sabe.

Mis sospechas se confirman cuando Nhor separa los párpados y gira la cabeza ligeramente hacia la derecha para mirarme con sus inquietantes ojos de color gris, tan claros que casi parecen blancos.

— Yo nunca duermo.

— ¿Nunca? — pregunto sorprendida.

— Aquí no.

Mi atención se desvía brevemente hacia la cola del avión donde Víctor y Greta parecen estar enfrascados en una seria conversación, tal vez discutiendo los detalles de nuestra próxima incursión.

— ¿No te fías de ellos?

— No me fío de nadie — responde tajante —. No mientras duermo.

— Ah.

Su negativa me confunde un poco. Cualquiera supondría que una Cambiaformas tan letal, con unos sentidos tan agudos y unas marcadas tendencias homicidas como Nhor tendría un sueño ligero, siendo capaz de despertarse a la velocidad de la luz para acabar con su atacante, pero tal vez me equivoque. Quizás, Nhor no es perfecta y también tiene vulnerabilidades.

— Entonces, si no dormías, ¿qué hacías?

— ¿Aparte de ver como llevas debatiéndote los últimos diez minutos sobre si sentarte a mi lado o no? — pregunta ella enarcando una de sus finas cejas blancas.

A veces, se me olvida que Nhor tiene la capacidad de ver a través de las estructuras y que no hay barrera más débil que la piel de sus párpados. Por lo tanto, cómo ha dicho, mientras aparentaba dormir ha debido de estar atenta a todo lo que le rodea, incluyéndome a mí.

La piel tostada de mis mejillas se enciende con vergüenza, pues se perfectamente la patética imagen que he debido de ofrecer mientras me decidía a hablar con Nhor.

— Aparte de eso — musito.

Nhor esboza una sonrisilla sabionda y aparta los ojos de mí para clavarlos en el techo recubierto de madera oscura del avión.

— Estaba pensando...

Aguardo en silencio a que continúe, pero no lo hace.

— ¿En qué? — insisto.

Necesito hablar, apartar mi mente de los pensamientos de culpa que me atormentan cuando mi alrededor se sume en el silencio. Pues, aunque sea irracional, me culpo por no haber sabido ver lo que estaba ocurriendo con mi hija, por permitir que se la llevarán y por no ser capaz de encontrarla.

Por suerte, Nhor no me deja sufrir mucho y responde a mi pregunta.

— En lo fácil que es volver a mi antigua forma de ser — La miro sorprendida. Eso no es, ni de lejos, lo que había esperado que saliera de sus labios pintados de morado —. A diferencia de lo que algunas personas creen, sí poseo sentimientos. Experimento emociones, aunque desde niña Matias me inculcó que debía reprimirlas, suprimirlas hasta llegar a no sentir nada.

Secretos oscuros © #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora