Capítulo 26

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LETHA

El rumor se extiende como la espuma por el pueblo y para el final de la mañana todo el mundo sabe que Nina está embarazada. El nacimiento de un niño o niña siempre es motivo de celebración y la gente está contenta. Las sonrisas son contagiosas y casi cada vecino lleva una plasmada en el rostro. Felicitan a la futura madre con abrazos y besos en las mejillas y al futuro padre con apretones de manos y palmaditas en la espalda.

Sí, todo el mundo está feliz. Todos... excepto Jay.

El hermano menor de Nina, que a pesar de sus facciones angelicales ya es prácticamente un hombre de veinte años de edad, está sentado en una de las mesas más alejadas de la taberna con el móvil entre las manos, el ceño fruncido y uno de sus pies tamborileando el suelo de forma nerviosa.

Llevada por la curiosidad, me acerco a su mesa y me dejo caer en el asiento de al lado.

— ¿Ocurre algo, Jay?

El chico apenas aparta sus claros ojos azules de la pantalla del teléfono. Casi pienso que no me ha escuchado hasta que murmura:

— Red todavía no ha vuelto — la preocupación tiñe su voz; una voz ligeramente más grave ahora de lo que solía ser en su adolescencia.

Frunzo el ceño un instante y segundos después los latidos de mi corazón se aceleran. Tiene razón. Han pasado más de 48 horas desde que Red se marchó al hospital y aunque a veces se queda a pasar la noche, siempre nos avisa.

— ¿La has llamado? — pregunto extrañada.

Jay asiente y por fin aparta la mirada del móvil para clavar sus preocupadísimos ojos en mí.

— La he llamado cientos de veces, sin respuesta — su tono baja de volumen cuando susurra un ahogado: — ¿Y si le ha pasado algo a Kane? ¿Y si...

Trago saliva.

— Seguro que Kane está bien — trato de tranquilizarlo, a pesar de que esa ha sido la primera conclusión a la que he llegado. Eso explicaría la razón por la que Red no ha vuelto todavía y también porque no responde a las llamadas. Aun así trato de convencer a Jay (y a mi misma) de que ese no es el caso —. Llamaré a Dante. Tal vez él sepa algo.

Después de todo, son sus hombres los que llevan a Red hasta el hospital, así que si ha ocurrido algo... él debe saberlo.

Sin esperar respuesta de Jay me levanto de la silla y me alejo unos pasos del bullicio que llena la taberna para marcar su número; una combinación de nueve dígitos que va cambiando cada pocos días por motivos de seguridad.

Dante responde al tercer toque.

— Letha — hay sorpresa en su voz, pero también un tenue toque de deleite. Si no estuviera tan preocupada por el repentino silencio de Red, quizás hasta habría sonreído al percibir cuánto le emociona mi llamada —. Que grata sorpresa. No esperaba tu...

— Perdona que te corte, Dante, pero tengo que pedirte un favor. Es algo urgente.

La paciencia no es uno de mis fuertes y en momentos como este, en el que la incertidumbre hace que tenga los nervios a flor de piel, me convierto en una persona brusca y demandante.

Dante debe de percibir mi tensión, pues su voz adquiere de repente un tono serio, propio del hombre de negocios que está acostumbrado a ser:

— Por ti, querida. Lo que quieras.

A pesar de saber que accedería sin miramientos, no puedo evitar emitir un suspiro de alivio.

— Necesito que averigües si ha pasado algo con Kane... — después procedo a contarle acerca de los dos días transcurridos sin noticias de Red y sobre las llamadas perdidas.

Secretos oscuros © #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora