Libro 2: Capítulo 5

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Caminé a lo largo del viejo camino que unía Elba y Bardonn, de vuelta a mi hogar, tras dejar atrás a los guardias de Bardonn.

Era apenas un simple sendero de tierra que cruzaba los bosques del norte, un camino desgastado por siglos de trayecto de carromatos, hombres y bestias.

Muchos pasaban por aquí, mayoritariamente viajeros, peregrinos, y comerciantes tanto de Elba como de Bardonn, así como de todo el Condado de Hallburg y otros territorios del reino.

Y como Hallburg estaba cerca de los feudos y tierras de la frontera sureña de Roland, también solían pasar por aquí gente de otros reinos del centro de la Región Media.

Eso hacía que, aunque no siempre, muchas veces fuera un camino muy transitado, aún si solo había algo más de tres leguas entre Elba y Bardonn.

N/A: (Una legua equivaldría a algo más de cinco kilómetros).

Pero aún así, para muchos este camino podía ser muy peligroso.

Al transitar entre los amplios bosques que cubrían parte del territorio norteño del Señorío de Elba, era muy común que se produjeran ataques como el que sufrieron los mercaderes a manos de los gnolls.

Aunque la mayoría de ataques a viajeros y comerciantes eran por parte de bandidos, ladrones o esclavistas, que algunas veces usaban el bosque como escondite desde el cual llevar a cabo sus fechorías.

Por ello, guardias de ambos territorios solían patrullar a cada momento el camino, para encargarse de los bandidos y proporcionar seguridad a los viajeros.

Sin embargo, el bosque era muy grande, y los soldados no podían estar en todas partes del camino.

E incluso si algunos viajeros o comerciantes podían permitirse contratar mercenarios para escoltarlos, y aristócratas y nobles tenían sus propios soldados, guardias o escoltas privados, no todos tenían ese privilegio, y la mayoría de viajeros tenían que hacerlo sin protección alguna.

Pero incluso aquellos con protección podían verse superados si los asaltantes, humanos o no, eran muchos.

Y tampoco sería la primera vez que algún grupo de mercenarios abandonaban a quienes les habían pagado por protegerlos si la cosa no pintaba bien...

Por ese mismo motivo, los soldados que protegían estas tierras se encargaban de mantener vigilado este camino lo mejor posible, para evitar que los ataques fueran demasiado frecuentes...

Pero como dije, no pueden estar en todas partes, así que el que transitaba esta senda lo hacía con la idea de que en cualquier momento, algún peligro lo asaltaría...

Misma sensación que me dominaba en este momento...

Desde que dejé el lugar del ataque y me dirigí hacia Elba, tenía una extraña sensación, como si algo o alguien me estuviera siguiendo.

Años de guerra y escaramuzas en territorio enemigo me habían hecho sensible a la percepción de presencias cercanas, y ese instinto había permanecido en mi nuevo cuerpo.

A pesar de todo, no veía a nadie cerca, y aunque más de una vez osculté entre los árboles a lo largo del camino, no encontré nada.

Tal vez, solo me lo estuviera imaginando...

Aún así, mantuve mi espada desenvainada en todo momento, listo para usarla a la menor señal de peligro.

El camino que recorrí desde el lugar del ataque apenas estaba a menos de una legua de Elba, y en poco tiempo llegué al fin a la ciudad, sin encontrarme con nadie durante mi travesia de vuelta.

La Reencarnación del Rey de EspartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora