Libro 2: Capítulo 7

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El otoño dio paso al invierno, un invierno que como auguró este frío otoño, fue duro y gélido.

Pero los fríos meses de invierno cuyo inicio dio paso a un nuevo año dieron paso también a una cálida y suave primavera.

Y con la llegada de esta, se cumplieron ocho meses desde el inicio de mi vida como soldado de la Guardia de Elba.

Y desde mediados de otoño, fue también el tiempo que conté con la compañía del nuevo miembro no oficial de la guardia y mi compañero de armas: Pyreo.

Cuando se supo de la existencia de Pyreo, como en realidad me esperaba, parte del consejo puso su grito en el cielo cuando padre propuso que Pyreo fuera parte de la guardia, bajo mi cuidado.

Por supuesto, muchos miembros del consejo se quejaron, así como muchos ciudadanos de Elba, cuando una vez superada la impresión de descubrir un espécimen vivo de Sangrione, se enteraron que esta feroz criatura viviría entre ellos.

Sin embargo, padre logró convencer a Lord Ferguss, y este, que tenía en buena estima a padre por su excelente labor como capitán de la guardia, logró convencer al consejo para permitir que Pyreo permaneciera en Elba, con la única condición de que la guardia se encargara de controlarlo.

Cosa que padre juró hacer, prometiendo hacerse responsable si algo sucedía.

Los ánimos se calmaron, sobre todo por que todos en Elba confiaban en padre y se fiaban de su palabra, aunque muchos aún estaban dudosos ante la idea de que una criatura como esa anduviera por la ciudad.

Los mismos soldados de la guardia se mantenían alerta en un principio con Pyreo, el cual permanecía en el cuartel siempre que no estaba de misión, usando una vieja choza a modo de casa...

Al principio le costó acostumbrarse al ser un animal salvaje, acostumbrado a residir en lugares abiertos, pero con el paso de los días acabó adaptándose a su nuevo hogar.

Además, en nuestros ratos libres salíamos al bosque, donde además de correr libre cazaba presas para poder alimentarse, siempre presas salvajes como aves, conejos, corzos u otros, para evitar que los campesinos se molestaran si daba muerte a algún animal de granja...

Su habitáculo en el cuartel a su vez estaba lejos de las caballerizas, pues la presencia cercana de Pyreo ponía nervioso a los caballos.

Aún si era un cachorro, instintivamente los caballos lo reconocían como un depredador alfa, y por ello su cercanía los volvía locos.

Pero conforme los soldados empezaron a convivir con él y empezó a acompañarnos en misiones y patrullas, Pyreo empezó a ganarse el aprecio de los guardias.

Con Pyreo, era fácil encontrar cualquier rastro y escondite de malhechores, alimañas o Bestiánidos, y su fuerza y ferocidad en combate aún siendo un cachorro hizo que se ganara el respeto y admiración de mis compañeros.

Después de todo, ver como un "leoncito" poco más grande que un perro aniquilaba él solo a una manada de lobos o a un grupo de trasgos o gnolls era algo en efecto sorprendente...

La aceptación de Pyreo fue también motivo de alegría y alivio no solo para mí, que ya no tendría que preocuparme por qué dieran con Pyreo y quisieran darle muerte, si no también para Dalina y Altea.

Ambas querían mucho a Pyreo, y saber que podría quedarse con nosotros sin problemas significó una gran alegría para ellas.

Ahora podíamos pasar los cuatro juntos el tiempo cuando descansábamos de nuestros quehaceres sin temor a que descubrieran a Pyreo.

Sin embargo, cuando madre supo sobre Pyreo, al principio me hechó un buen sermón, por haber convivido con una fiera peligrosa todo este tiempo.

Pero cuando se enteró que incluso Dalina y Altea sabían sobre Pyreo y habían estado incluso jugando con él, casi le da algo.

La Reencarnación del Rey de EspartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora