Libro 2: Capítulo 3

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Según contaban las crónicas históricas, antaño el territorio actual del Señorío de Elba formaba parte de otra familia noble, la casa de Olstein.

Estos eran una familia de caballeros hacendados que a su vez eran vasallos de la familia Deinberg, señores de la comarca de Laubert, un feudo vecino del condado de Halburg.

En ese entonces, el lugar donde está actualmente emplazado Elba era solo una pequeña torre fortificada rodeada de algunas granjas, hogar de la familia Olstein, sus siervos y sus hombres de armas.

Sin embargo, a raíz de un conflicto armado entre Halburg y Laubert, la Casa de Wolfrenn, señores del condado, se hizo con el territorio de los Olstein, pasando estos a convertirse en siervos del conde de Halburg.

El conde de Halburg de ese entonces, Marcus Wolfrenn, decidió fundar una ciudad en sus nuevas tierras, para poder tener mejor control sobre estas.

Se fundó así la ciudad donde nací, y con ella, el Señorío de Elba.

Y como muestra de buena voluntad, en vez de expulsarlos, el conde Marcus permitió a los Olstein mantener su dominio sobre estas tierras, a cambio de jurar fidelidad a su nuevo señor.

Los Olstein aceptaron, y fueron nombrados gobernadores de Elba.

Bajo el amparo del condado de Halburg, Elba pronto creció en tamaño y riqueza, y la familia Olstein comenzó a fundar nuevas aldeas y a expandir las tierras de cultivo.

Pronto, conocieron una prosperidad que jamás habían experimentado a manos de sus antiguos señores, y Elba se convirtió en una tierra rica y fértil, de extensos campos y grandes rebaños, al punto de llegar a convertirse en uno de los territorios más prósperos del condado.

Los antiguos señores de los Olstein siempre descuidaron estas tierras, al considerarlas poco provechosas por los amplios bosques salvajes que los rodeaban, que hacían difícil transitar por la zona.

Pero gracias a sus nuevos señores, los dominios de la familia Olstein se volvieron ricos y abundantes, lo cual forjó aún más la lealtad de estos hacia la Casa de Wolfrenn.

Esta abundancia y riqueza trajo no obstante la atención de feudos vecinos que envidiaban la prosperidad del Señorío, entre ellos la Casa Deinberg de Laubert, que ansiaba recuperar las tierras que se vio obligado a entregar a la Casa de Wolfrenn.

Eso sin contar que los profundos bosques y montañas que rodeaban Elba eran refugio de todo tipo de bandidos y bestias, que hacían que los caminos que circundaban el Señorío no fueran seguros.

Para ello, Elba construyó fuertes murallas a su alrededor y formó un cuerpo de guardia para proteger su territorio de enemigos de toda índole, como bandidos, invasores o Bestiánidos.

Se creó así la Guardia de Elba, la milicia que protegía la ciudad y las tierras que pertenecían a esta.

Lejos de ser una simple milicia territorial cualquiera, la Guardia de Elba se convirtió en un pequeño pero fuerte ejército, que durante los trescientos años de existencia de Elba, la defendió de todo tipo de enemigos, protegiendo sus caminos y manteniéndolos limpios de escoria como asaltantes, bandidos o esclavistas.

Y más de una vez, soldados de Elba lucharon contra tropas de otros señores, bajo el estandarte de la Casa de Wolfrenn, sus gobernantes, o fueron llamados a la guerra cuando Halburg formó levas para luchar por Roland contra otros países, como tantos otros ejércitos y feudos del reino.

Esto hizo que la Guardia de Elba fuera una milicia profesional y respetable, muy bien armada y preparada, aún si sus números, contando todos sus efectivos posibles, apenas rondaran los doscientos hombres.

La Reencarnación del Rey de EspartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora