XVII.

242 29 11
                                    


Addison POV.

Mis nudillos pican por la fuerza que apliqué para golpear a Derek y en vez de lamentarme del dolor, sólo siento una inmensa furia crecer en mi pecho y recorrer todo el largo de mis venas recordando la forma en la qué él se atrevía a hablarle a Mer, cómo sí ella fuera suya. Debí reventarle la estúpida cara a golpes y lo habría hecho con todo el gusto del mundo, de no estar tan entregada entre los labios de mi novia, que son tan demandantes cómo suaves sobre los míos; atrapándome en una espiral de lujuria de la que no pienso escapar por nada del mundo, menos por el imbécil de Sheperd que no entiende de una maldita vez qué Meredith Grey es completa y totalmente mía.

Mi novia se retuerce contra mí cuerpo, olvidándose del mundo a nuestro alrededor, sólo para disfrutar de mis besos; haciéndome gruñir entre sus labios cómo una posesa, porque jodidamente me encanta la forma en la qué mi sensual y tan candente Mer se entrega a mí, cómo sí sólo viviera para esto, para nosotras y en mí caso así es, porque no sé otro significado de la vida, que no sea amar y poseer a Meredith, mi doctora Grey.

Gimo entre su boca, qué bebe incansablemente mis necesitados jadeos cómo toda una apasionada sedienta y su acción sólo manda un fuerte tirón directamente a mí clítoris, palpitante de necesidad por recibir una vez más las expertas atenciones que mi joven y vivaz novia sabe tan bien darme.

- ¡Addie!- gruñe ella en mis labios, besándome con mucha más fuerza y gustosamente acepto su brío, su amor, que hace encender el fuego en mi piel y entre mis sensibles piernas; qué froto sin pena contra sus piernas.

Mis dedos arañan su espalda cubierta por su uniforme, ese mismo que me hace enloquecer cuándo se lo veo puesto, sobre todo por mis inmensas ganas de quitárselo de encima. ¿Cuánto falta para qué termine su guardia? ¿Importa acaso? Mis manos llegan hasta la firme curva de su trasero, y me aferro a ellas con mi vida, amando los jadeos qué Meredith deja en mí boca, que arde por ella así cómo absolutamente todo mi cuerpo; y puede que quizás no sea necesario esperar a que termine su guardia, para tenerla gimiendo mi nombre mientras frota su sensual cuerpo desnudo sobre el mío; sí tan sólo puedo hacernos llegar a una de las salas de descanso del Hospital en las qué tanto placer hemos conseguido.

Aprieto mis húmedos pliegues sobre la nada buscando inútilmente de darme un alivio qué sólo puede darme mí Mer.

- No sabía qué el Hospital se había convertido en un motel.- gruñen sarcásticamente a nuestro lado, dañando olímpicamente nuestro intenso momento.

Meredith, se tensiona contra mí, aún jadeando sobre mi boca por nuestro interrumpido beso, mientras que yo me dedico a gruñir de disgusto porque Bailey me acaba de arruinar el beso de mí vida.

- No sabía qué lo que hiciera en mí tiempo libre era tú problema, Miranda.- me quejo entre dientes, porque no tengo una maldita pizca de paciencia ahora, no cuándo lo único que quiero es frotar hasta el orgasmo el cálido centro de mi novia con el mío.

Alejo con pesar mis manos del magnífico trasero de Mer, obligándome a enfrentar a Bailey, qué mira ceñuda a mi novia, qué luce jodidamente adorable con sus mejillas sonrojadas por la pena que la está haciendo sentir la mujer a nuestro lado. Gruño desde lo más profundo de mi pecho pensando en qué mi adorada Mer pueda sentirse intimidada por Bailey, más cuándo no estamos haciendo nada malo, sólo demostrar nuestro amor para ver si los idiotas que nos rodean entienden qué estamos malditamente juntas y que lo estaremos para siempre, sí es que me salgo con la mía.

Le doy mi mayor mirada de perra a Miranda, porque ahora son dos las cosas por las cuáles debo recriminarle. ¿Qué no hay más residentes qué molestar? Aparentemente no, sí el desafío que muestran sus ojos ahora posados en los míos, me dan algo de respuesta sobre eso.

SUCKER FOR YOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora