XVIII.

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Meredith POV.

Mi cabeza qué pesadamente sobre el respaldo el asiento del pasajero con Addie a mi lado manejando sumamente concentrada en el camino por delante mientras su mano derecha descansa segura y suavemente sobre mi muslo, dándome toda la calidez qué necesito después de lo qué pasó en el Seattle Grace. Me dan ganas de gritar de frustración por todo lo que dijo Derek, y definitivamente no necesitaba que la doctora Bailey se metiera en mi vida personal, menos cuestionar mi relación con mi chica; pero en vez de gritar y correr lo más rápido que pudiera cómo mandan mis impulsos para esconderme hasta que se me pudiera pasar el enojo con esos dos, sí es qué pudiera lograrlo, lo único qué hizo fue dejarme guiar por mi pelirroja, y su toque sobre mi piel aún y a pesar del uniforme que cubre mi pierna, me da la seguridad que necesito para no derrumbarme por completo.

Sonrío levemente sintiendo la sensibilidad que ella tiene conmigo desde que somos novias y aún mucho antes de eso, sí es qué me atrevo a soñar con qué Addison estuvo pérdida por mí desde el principio, así cómo yo lo estuve por ella desde qué llegó cómo una tormenta a mí vida.

Todos pueden llamarla Satanás y acepto que ella realmente da miedo cómo uno cuándo está muy enojada, pero para mí, su novia, su amor, Addie es suave y perfecta y la amo por eso.

Vago con mi mirada sobre su perfil, embelesada con su interminable belleza estoica, cómo la heroína de un cuento, el mío y lo mejor es qué ella es toda para mí; y qué se jodan Mark y sobre todo, Derek porque no pienso dejar ir a mi mujer de mí lado. Una enorme sensación de orgullo inunda mi pecho, descubriendo una maravillosa vez más que valió la pena cada segundo en el qué estuve detrás de ella, soportando esa bendita mirada suya tan escrutadora sobre mí y aún más sobre las intenciones detrás de mí cercanía y toda mi excesiva atención hacia ella, la ex mujer del peor error que me atreví a cometer. Es qué me hierve la sangre de sólo recordar la forma en la qué me abordó hoy el imbécil de Sheperd. ¿Cómo se atrevió a cuestionarme? ¿Qué maldito derecho cree qué tiene sobre mí cómo para pensar le haré caso con respecto a Addie? Mi pulso quiere reventarse de la rabia que me provoca que ese reverendo idiota aún no me deje en paz; pero espero qué con el tremendo golpe que le acertó mi amada pelirroja, él se aleje al fin de las dos, porque la próxima vez le reventaré la cara a golpes yo, a ver si es tan valiente.

Un calor diferente recorre mis venas, ante el recuerdo fugaz de la fuerza de mi novia y todo el fervor con el qué no dudó ni siquiera un instante para cerrarle la boca al imbécil de Sheperd.

Mi mirada cae hasta los labios de mi chica, encontrándolos algo fruncidos en concentración y estoy casi segura que permanecen así aún más por el enojo que todavía siente por la penosa situación que vivimos en el hospital, a pesar de qué ya estemos muy lejos del edificio. El color rosa de su uniforme atrapa la luz deliciosamente sobre ella, elevando varias millas más su belleza, misma de la que soy voluntaria y completamente devota y juro por lo más sagrado qué el frío azul de mi uniforme es discordante con todo el calor que siento nacer entre mis piernas por el impetuoso deseo que mí ardiente mujer me provoca.

Debo estar realmente mal de la cabeza cómo insinuó groseramente Derek, porque sólo eso explicaría porque después de la desfachatez de Sheperd y el incómodo y grosero cuestionamiento de la doctora Bailey sobre nuestra relación; yo esté aquí con mis pliegues más qué sensibles de la necesidad de consumirme en Addison Montgomery hasta qué queme la oscuridad, porque sí hay algo que me calienta más que ella, es ella defendiéndome con toda su fuerza y poder, porque joder, aún no entiendo cómo mis piernas pudieron sostenerme congestionado pasillo del hospital mientras Addie dejaba su vida poniendo en su lugar a Bailey y a todos los chismosos qué escuchaban sus palabras saliendo con tanto orgullo de sus labios rojos, esos que no me canso de besar y que sin miedo y con todo el ímpetu que posee, me llamaron suya.

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