6- El emisario del Norte

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El guardián de la hacienda Vanell vio llegar al hombre hacia el mediodía, por su forma de moverse y porte se dio cuenta de qué conocía el lugar.
Trató de reconocerlo, le recordó a un estudiante que estuvo ahí años atrás.

Cuando llegó ante las puertas, él le cerró el paso.

-Guardián, estoy aquí en busca del director, Fedalt. Déjame pasar, es mejor que hable con él dentro de la hacienda.

El guardián lo miró un segundo.

-Tú no puedes pasar, fuiste expulsado mucho tiempo atrás.

-ahora te supero en poder, no puedes impedirme la entrada...-aseguró el recién llevado.

De alguna forma el guardián lo sabía, pero era su deber era impedirle entrar.

                                🗡

Fedalt sintió que algo pasaba y salio de su oficina, fue hacia las terrazas y vio en él kiosko a un hombre de unos 45 años.

Su cabello largo y oscuro tenía una que otra hebra blanca, al girar hacia él lo reconoció. Creyó que nunca lo iba a volver a ver.
Al acercarse más se pregunto cómo era posible que haya entrado y el guardián donde estaba?

Tenía ojos azules como su hermano, pero eran más oscuros y rasgos marcados por el aprendizaje. Una cicatriz en su ceja y varias marcas o sellos en negro se dejaban ver en el cuello y muñecas.

-Daeval. Volviste, qué haces aquí? No tienes permitido...

-ya lo sé, el guardián me dijo lo mismo.
Crees que me importa? Sólo vengo a dejar un mensaje de parte de los reyes del norte.

Fedalt buscó con la mirada al guardián, pero no lograban verlo.

Daeval había observado el lugar, el tenía casi 20 años que no pisaba ese sitio. Se hizo fuerte y no gracias a la magia y sellos que otorgaban ahí, encontró otra fuente de poder, recibió su primer sello a manos de los Ardael.

No les juro lealtad, el no juraba, pero en cierta forma les era fiel, si no fuera por ellos habría muerto. No creía en su campaña de doblegación, pero les obedecía.

Cuando había alguna ciudad, pueblo o aldea que se negaba a jurar lealtad hacia ellos, lo enviaba a él y a otros 9 hombres. El daba un ultimátum y si no aceptaban jurar quemaba el lugar hasta las cenizas, asegurándose de mostrar el ejemplo a las demás aldeas ,lo que pasaba si no obedecían a los Ardael.

Lo enviaron a la hacienda de magia para hacer lo mismo, pero pidió ir sólo. La Hacienda, pese a estar bajo la protección de los Ardael, no había algo que obligara a los hechiceros que de ahí se graduaban a obedecerlos lo cuál debía cambiar.

Fedalt le habló y le expresó los deseos de los Ardael.

-no vamos a jurar, nuestros hechiceros tienen derecho a elegir a quien van a servir.-respondió Fedalt con seguridad.

-Tienen derecho a morir entonces...-replicó Daeval. -yo sólo vine a advertirles, volveré en un par de días...

-no vas a volver, vete, ya tienes nuestra respuesta, no vamos a jurar, la magia no es algo que pueda servir a un solo reino! Vete! Tu hermano tuvo la sensatez de no volver cuándo fue expulsado!- le recriminó el director.

Daeval lo miró con leve sorpresa.

-Mi hermano?- preguntó

Fedalt sonrió con suficiencia.

-no sabías que tienes un hermano?

-no sabía que fue expulsado...-por un momento se sintió desconcertado.

Recordaba a su hermano menor; siempre cuidó de él, cuándo atacaron la aldea dónde vivían él se llevó a su madre y a su hermanito para salvarlos.

Luego, algo ocurrió que no pudo entender, su madre habló con un druida o quizá era un elfo, no podía recordarlo, tras lo cuál su madre los separó.

Dejó abandonado a su hijo menor, pese a sus suplicas... Daeval creció creyendo que su hermano menor murió, ya que no pudo encontrar la aldea dónde fue abandonado y mucho menos a él.

Y ahora el director Fedalt tenía la desfachatez de decirle que su hermano estuvo ahí y fue expulsado?

-Dael no volvió, tenía dignidad.-agregó Fedalt.

-gracias por la Información. Ahora destruiré este lugar por gusto-aseguró con una sonrisa.

-acaso buscas venganza?? Creés que no vamos a defender este lugar? Eres sólo uno...

Daeval no pudo reprimir una risa.

-ustedes no son rivales para mí, cuántos son? Tú y cinco profesores? Un puñado de adolescentes?-  hizo ademán de abarcar toda la hacienda con los brazos extendidos y sonrió.-extrañaba este sitio...y no recordaba lo mucho que lo odiaba.-aseguró.

El Principe  2-  DaevalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora