7- Petición de ayuda

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El príncipe Mikael había observado a la guardia de hijos de la sangre que se mantenía en sus tierras... irse. Sólo quedaron unos 15.

La reina Kalya antes ordenó que se quedara un grupo numeroso, ya que la gente de Mikael no eran soldados. En su mayoría era gente mayor, niños, adolescentes y mujeres; personas que había evacuado sus propias aldeas y pueblos en busca de refugio debido al avance de las tropas de los Ardael. No sabía pelear y no buscaban eso. Sólo querían un techo y alimento, por el que ofrecían trabajar. Así que la gente de Mikael, que se asentó al sur de las tierras de Kalya eran civiles trabajadores, nada más, unas 200 personas formaban su pequeña ciudad.

Tenían las montañas a su derecha, montañas que dividían su tierra de la de Kalya. Pero a travez de éstas se hallaba una serie de túneles y una ciudad interna dentro de la montaña, una ciudad que los enanos contruyeron, aunque hacía mucho tiempo que éstos no estaban, se creía ya estaban extintos.

Y esos túneles los tenían vigilados, pués en caso de necesario, por ahí evacuarían, más ahora, que se habían quedado sin la guardia de hijos de la sangre que Kalya dejó.

Orlen, uno de los hijos de la sangre que sé había quedado llegó hasta su lado con agitación.

-Qué sucede?-preguntó al joven, de cabello rubio y grandes ojos oscuros.

-usted pidió mi señor, que cuándo hubiera alguna señal de peligro le avisara. Hemos visto una columna de soldados de los reyes Ardael que se acercan. Una vez más al ver que usted se a quedado sin la protección de la Reina Kalya piensan llegar hasta aquí y llevarle.-informó el joven.

-a dónde han ido los soldados de la Reina que le había designado? -quizo saber.

-algo a sucedido en una aldea cercana, según habían atrapado a dos de los niños del reino y ofrecieron un intercambio. Pero, al llegar al sitio para formalizar el trato resultó ser una trampa. Varios guerreros de la reina murieron al igual que los niños atrapados. La reina a replegado a su gente y prepara una invasión, a su vez a las tierras de los Ardael en represalia- explicó el joven.

Mikael no veía con buenos ojos eso.

Una vez más debería hacer que su gente se marche, se irían  por los tuneles, éstos tenían una salida a la orilla del mar, bajo los acantilados y la parte de la ciudad de los enanos daba al mar tambien, evacuarian por ahí y luego bloquearian las entradas para que no pudieran seguirlos los enemigos, mientras la reina Kalya podría enviar ayuda; aunque dudaba que lo hiciera, si se proponia invadir las tierras de los Ardael iba a ser para largo el conflicto.

Mikael podía sentir que el tiempo se le estaba acabando. Tenía que dejar a su gente a salvo y después partir a su último destino, para ocultar de la vista aquello que buscaban los Ardael de él.

                                  🗡

Axia, una mujer de largo cabello café rojiso, ojos color avellana y piel aceitunada, formaba parte de la guardia personal del príncipe Mikael.

Al ver que los hijos de la sangre se marchaban y sólo quedaban unos pocos, dedujo que la hora de evacualr había llegado de nuevo. En cualquier momento sería llamada para iniciar la evacuación. Ella había tratado de enseñar a las personas bajo el cuidado de Mikael a defenderse, a pelear, pero eran civiles...y sólo buscaban refugio y trabajo.
Quiza sólo habían unas 30 personas que podían empuñar un arma saber defenderse con ella; pero no era suficiente.

Ella venía de las tierras muy al oeste y por su color bronceado de piel era muy llamativa, había rechazado la invitación de varios hijos de la sangre que querían tenerla...cada uno ofreciendo protegerla, darle dinero, le ofrecieron todo lo que podían para hacerla suya, pero los rechazó a todos.

No quería depender de nadie, no lo necesitaba, siempre que estuviera como guardia real de Mikael, ella sólo tenía ojos para él.

Como esperaba, al atardecer empezaron los preparativos para evacuar, un par de hijos de la sangre se adentraron a las cuevas para verificar que todo estuviera bien, prender algunas antochas en el camino, mientras la gente tomaba lo imprescindible para irse. Axia, Orlen y cuatro guardias  más se quedaron cerca del príncipe, ya que éste esperaría a que todos hubieran entrado a las cuevas para ir él mismo.

Esperaban que para el amanecer ya estuvieran todos del otro lado...ya que hacia el medio día del siguiente día las tropas enviadas por los Ardael estarían ante las puertas, si no es que antes. Para ése entonces ya debían de haber bloqueado los tuneles para que no los pudieran seguir.

                                 🗡

Ya habían pasado un par de días de que Kalya y los demás regresaran a su castillo frente al mar.
Kalya estudiaba rutas y mapas que los espías había hecho para entrar a las tierras de Los Ardael. Esa noche se acostó tarde, así que cuándo muy temprano en la mañana, escuchó al hechicero levantarse se incomodó.

-Dael, a dónde vas?- le preguntó Kalia.

Dael había esperado que no se despertara, para poder irse sin que lo quisieran retener. Pero escucharla le hizo detenerse en el umbral de la puerta.

-me iré un par de días.-anunció.

-porqué? Aún tu herida no esta totalmente curada..a donde irás?

Durante la noche tuvo un sueño sobre la hacienda donde estudio. De alguna manera sabía que alguien ahí pedía auxilio, era imposible, pero también lo era negar el sueño.
Era real, lo sentia. Una petición de ayuda, cuántos hechiceros más habrían tenido ese sueño? No podía saberlo, pero iría.

Así se lo explicó.

Kalya se sentó a orillas de la cama y lo llamó con un ademán de su mano.

-tienes que ser tú? No podemos enviar a alguien más?- preguntó con suavidad.

Dael se acercó y se arrodillo enfrente de ella tomándole ñ las manos, depositó un beso en ellas.

-tengo que ir yo.-dijo en voz baja.

-en dos semanas será la celebracion de la luna...

-volveré antes.-aseguró.

Kalya lo observó largamente, como podía decirle que no a esos ojos celestes que pedían en silencio y con seguridad que lo dejara ir? Podía dejarlo ir, porque sabía que iba a estar bien...eso deseaba creer, tener la certeza de que si pasaba algo ella estaría ahí y tendría la fuerza para imponer su voluntad, si era necesario.

Le tomó el rostro entre las manos y le dió un largo beso.

-te voy a estar esperando.-dijo a modo de despedida con una sonrisa.

El Principe  2-  DaevalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora