2- Mensaje

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La líder de los Likans, llamada Lexa, recibió de mala gana a los emisarios del reino del norte, en el salón del castillo de piedra.

Aunque reinos vecinos, el reino del norte se mantuvo en silencio por años y ella esperaba no tener que volver a formar parte de sus conflictos, sus líderes pertenecían a la raza alada y sabía que lo que más deseaban era tener a sus pies a los demás reinos y que codiciaban  un secreto del reino del Este.

El tiempo que el reino de los Ardael estuvo en silencio, su propia gente, los Likans prosperaron, hicieron lazos con aldeas humanas, sin perjudicar a nadie, comerciaban con las tierras cercanas, como cualquier raza, sin meterse en dificultades.

Aunque tenían una estricta frontera con los reinos del Este, ahí estaba los Hijos de la Sangre y definitivamente no se acercaban ellos ni estos, evitando cualquier conflicto.

Así que cuando los emisarios del reino del norte llegaron, supo que la paz que había logrado mantener entre los vecinos estaba por acabarse. A su pesar, la lealtad que su raza tenía les obligaba  a mantener su palabra de apoyo a los Ardael.

Los mensajeros entraron, era una pareja, una mujer de cabello naranja fuego, con un abrigo gris largo y un hombre de cabellos color cenizo vestido igual que ella, en gris y un cinturón de cuero rojo. Hicieron una inclinación a modo de saludo y esperaron a que ella hablara primero. Lexaa los observó, hacían una pareja curiosa, sabía que él era un hechicero y la mujer pertenecía a su propia raza,  era una loba.

-a qué debo el honor de los emisarios Reales?- preguntó ella en tono neutral.

-La reina Jena se pregunta su postura en caso de hacer una ofensiva a los reinos del este. Desea saber si cuenta con el apoyo de los Hijos de la Luna.- respondió el hechicero.

-Cuenta con nuestro apoyo- aseguró Lexa.

Y la mujer lobo agregó:

-y de camino hemos encontrado algo que le gustaría ver.- volteó hacia la salida del salón e hizo una seña, dos guardias trajeron del cuello a dos jovencitos que parecían asustados pero altaneros.- los atrapamos dentro de nuestras fronteras y quisieron huir.

Lexa  observó a  los jóvenes dándose cuenta que pertenecían a los Hijos de la Sangre. Reprimió un rugido de aversión.

-Que hacían en nuestras tierras?- preguntó a los jóvenes.

Unos de ellos respondió con una falsa seguridad, el otro no ocultaba su miedo.

-Queríamos ver sí lo que decían era cierto, sí era verdad que los Lobos dominaban estas tierras...

-creen que somos algún tipo de raza exótica y tienen derecho a estar fisgoneando?

El otro chico respondió asustado.

- no es eso! Teníamos curiosidad y  sólo queríamos saber la verdad...

-y después de habernos visto, que iban a hacer? Correr a casa satisfechos de su curiosidad?- increpó la reina Lexa.

Hizo una seña a su guardia.

-llevenlos y encierrenlos.- ordenó.

Los dos guardias lo levantaron y se los llevaron casi a la fuerza, ambos jóvenes se debatieron un momento y trataron de soltarse pero nada pudieron hacer.

La Reina Lexa ahora de mal humor regresó su atención al par de mensajeros.

-pues bien. Los reyes Ardael tienen nuestro apoyo, siempre lo han tenido. Pueden irse.

La pareja de emisarios de nuevo hizo una reverencia y se marcharon guiados por otro guardia real.

                                   🗡

Y no fue hasta que estuvieron lejos, esa mañana del castillo de la Reina Lexa, cuando ambos se sintieron en confianza de hablar.

Lía, se amarró el cabello en una trenza, recordando el cabello rubio y rizado de la dirigente Lyka

-Crees que haya funcionado?

Leth se sonrió y le acaricio un hombro.

-Sabes que sí, los tuyos son amantes de la guerra, aunque Kira se haya controlado y haya controlado a su gente tanto tiempo...estoy seguro que ahora tiene un buen pretexto para iniciar un conflicto.

-si eso sucede las Tierras del este estarán sin protección, será el momento para invadir.- agregó con confianza Lía.

                                   🗡

Kalya observaba desde el balcón. Era media mañana. Como Reina ella tenía mayor protección, siempre con gente a su alrededor que la protegía; dentro de los muros de su castillo podía  tener mayor libertad, pero las puertas de éste se mantenían abiertas a su gente. Y en las puertas de los jardines y del salón siempre había algún guardia.

Su gente se mezclaba con humanos mortales, con los cuales mantenían una buena relación, en cierta forma se ayudaban mutuamente, los humanos tenían su protección a cambio de alimentarlos y si de plano no querían su protección y preferían dinero a cambio, no había problema con ello.

Tampoco habían tenido riñas ni problemas con los reinos del norte y del oeste. Ni hablar del sur, ahí se mantenía neutrales las otras razas.

Sonrió al ver a Dael, su consorte y hechicero, en el jardín, tenía su cabello negro amarrado en una cola que ella le hizo a regañadientes, una ropa holgada beige y negra, descalzo;  dando clases en ese momento a unos seis niños de entre 9 y 11 años de edad.
En esos años se había especializado en defensa cuerpo a cuerpo y ahora daba clases. A niños, jóvenes y adultos les enseñaba métodos defensa, al ser el consorte de la reina y humano, a los Hijos de la sangre les gustaba que él les diera enseñanza, pero nadie podía tocarlo, le pertenecía sólo a la Reina.

Ahí no había separaciónes, les daba clase por igual a hombres y mujeres, en caso de una guerra todos peleaban.

Los niños y jóvenes eran muy valorados entre Los hijos de la Sangre, por algún motivo no les era fácil concebir, y cuando lo lograban no siempre lograban dar a luz...
Por su naturaleza, sus cuerpos se consumían a sí mismos si no se alimentaban regularmente y no podían mantener un embarazo saludable y los hombres, por la misma razón eran casi siempre estériles.

Kalya  observó con cariño al niño de cabello cabello ensortijado negro, cómo su padre, pero de ojos grises como ella correr e interrumpir la clase al pasar entre ellos, acababa de cumplir 6 años.

Dael lo atrapó en el césped y lo cargó girando con él un segundo. Ella estaba orgullosa de su hijo y de su consorte, el niño sería inmortal como ella...pero Dael, no quería verlo morir.
Dos veces ya le había ofrecido convertirlo,  que fuera como ellos, así no moriría y siempre estarían juntos, pero él se negaba. Aún tenía tiempo de convencerlo, pensó para sí con preocupación.

-mi señora- llamaron a sus espaldas.

-si?

-mi señora, acaba de llegar un mensaje.
Kalya se dio la vuelta, quién enviaría mensajes? El guardia real le tengo la nota con una leve inclinación.

-quien trajo ésto?- preguntó ella tomando la nota y desdoblandola, vio que estaba rota al centro.

El guardia respondió mostrando una flecha adornada con dos plumas blancas.

-lanzaron una flecha en las puertas, afuera, y se quedó ahí la nota, clavada en la puerta.

Kalya leyó la nota con seriedad.

-Quién más sabe esto? - preguntó

- el comandante Atmas, yo y mi compañero que están de guardia conmigo.

-mande  por Redom y a Atmas.- ordenó ella.

El guardia salió apresurado del salón. Y ella regresó su mirada al jardín, deseando que Dael no se enterara de la nota.
Así no querría salir de los muros y estaría seguro.

El Principe  2-  DaevalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora