Mi Primera Cita

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El calor del celo podía ser lo más delicioso o lo más doloroso del mundo. Para los licántropos, todo dependía de estar o no con su pareja destinada. O en su defecto, cualquier otro lobo para los más impacientes.

Ninguno de estos casos eran el de Sara.

Ella ya había encontrado a su mate dos años atrás, pero incluso antes, no había pasado el celo con ningún otro. Ahora tampoco lo haría. No cuando a penas pueden cruzarse el uno en el camino del otro.

Días como estos es en los que ella se arrepiente. Cuando debe distraerse con aquella humeante taza de té relajante para no sucumbir a sus instintos más bajos.

Para su suerte, había aprendido a controlar bastante bien las ganas, el fuego, las ansias y la necesidad, a pesar de que ser una Omega no ayudaba en nada, necesitada de un lobo. Y no de uno cualquiera, si no de él.

Sara deja la taza sobre la pequeña mesa tratando de despejar sus pensamientos. La noche ha caído y, fuera de su pequeña casa, no se ve nada más allá de los altos árboles y las estrellas.

No volverá a la mansión, ni saldrá de casa. Nadie que no quiera acabar en una noche loca de pasión lo haría, y ese era su caso.

Pero no le haría falta. No. Esa noche no. Porque sería el destino el que llamaría a su puerta. El destino, cosa de la Diosa Luna o tan solo, las ganas del celo.

Lo sabe, sabe que va a pasar en cuanto oye la puerta. Los golpes no son calmados ni pacientes, si no todo lo contrario. Cuando el olor, ese delicioso aroma masculino, llega a ella no le queda ninguna duda.

Sus manos tiemblan y toda la necesidad que parecía tener bajo control salta de nuevo de repente, quemando su cuerpo como un volcán a punto de erupcionar.

- ¡Márchate!- Alcanza a gritar antes de que el hombre al otro lado consiga decir nada.

- Déjame pasar.- No es una pregunta, es una exigencia. La misma que aprieta el alma del castaño, sin poder soportarlo más.- Necesito... Déjame pasar.

- ¿Y arrepentirnos luego?

Porque lo dice de verdad. Aunque sus pasos se aproximen a la puerta, cerca de ese imán que tira de ella, caliente y con fuerza, su parte racional le dice que no lo haga.

- Créeme. Lo último que harás será arrepentirte.- Es su lobo que el habla, pero las palabras son sinceras.

- No piensas con claridad. Vuelve por donde has venido, Luka.- Sara cierra los ojos con fuerza como si verdaderamente le doliese cada una de las palabras.- No nos hagas esto porque sabes que si abro la puerta nada volverá a ser lo mismo.

El silencio entre los dos, cada uno apoyado en el lado de su puerta, se extiende durante unos segundos.

Sus respiraciones son entrecortadas, y sus latidos coordinados. Son mates. Y la conexión no va a desaparecer por mucho que se rechacen. Cada segundo que pasa, la Omega se siente más débil, más convencida de que mantener esa puerta cerrada no tiene ningún sentido.

- Por favor... Te necesito, Sara.- Es una súplica. La más pura e inocente necesidad y dolor.- Lo he hecho durante mucho tiempo y no puedo hacerlo más.

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