El Secreto

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El mundo se cae a sus pies en tan solo unos segundos, ahí donde le observa un pequeño bebé de apenas ocho meses que gatea como un pequeño gusano hacia él.

Su respiración se corta de golpe y se olvida de todo. Su cerebro trata de trabajar a toda velocidad con una única pregunta que se atasca en su garganta. Por qué no puede ser, no puede ser que su pequeña mate... No. No quiere creerlo.

Su rostro se oscurece por segundos, mientras su lobo toma posesión de su enfado.

Sara es la primera en reaccionar. Agachándose y agarrando al bebé cuanto antes separándola de él y creando, sin saberlo, un frío vacío que no sabía que estaba ahí en el pecho de Luka y de la niña.

El hombre la mira con el ceño fruncido, apretando los dientes tan fuerte que siente que podrían romperse. Sus ojos parecen querer atravesarle la piel, porque la rubia se siente tan ansiosa de repente que cree que va a vomitar.

- ¿De quién es?- Su voz suena ronca, oscura y muy pero que muy enfadada.

- No es tuyo.

Sara sabe que la mentira no le ha salido muy convincente. Aun así, envuelve a la pequeña criatura entre sus brazos como si tratase de protegerla. A pesar de que sabe que no es necesario, por que el bebé ríe y extiende los brazos como si reconociese a aquel hombre.

- Si. Si lo es.- Gruñe Luka dando un paso más hacia su mate, acortando la distancia y sintiendo ambos corazones latir frenéticos. - Lo es y me lo has estado ocultando todo este tiempo.

Lo sabe. Sabe que es suya, al igual que su madre. Lo sabe por tres cosas.

Uno. El olor. Una perfecta mezcla del aroma a azahar y el suyo propio. Ese que activa todos sus instintos de sobreprotección y celos.

Dos. Esos ojos. Esos enormes ojazos grises que le miran casi sin pestañear. Menos por la hermosa cabellera rubia que claramente ha heredado de su madre, podría confundirse con sus viejas fotografías que su madre guardaba en casa.

Tres. El inconfundible sentimiento en su pecho que sintió una vez hace ya cuatro años, a sus dieciocho. La forma en la que conectan. La idea inmediata de que ya no solo tiene una persona de la que cuidar, si no dos.

- ¿Por qué me lo has ocultado ?- Suena tan dolido y enfadado como Sara se imaginó tantas veces que lo haría al enterarse.- ¿Sabías que estabas embaraza cuando te marchaste?

- El día de la fiesta ya tenía dos meses de embarazo.- La Omega habla tan bajito que apenas es un susurro, solo audible para un hombre lobo.- Querías rechazarme y nuestro hijo no lo habría superado.

- ¿Por qué no me lo dijiste entonces?- Suena desesperado.- ¡Tel vez podríamos haber hecho algo!

- ¡Lo intenté!

Se siente tan rota. Tan tonta tratando de justificar su cobardía. Siempre parecía que él había sido el que se equivocaba, pero la verdad es que la mayoría de la culpa era suya. Ambos se habían equivocado demasiadas veces.

Sin atreverse a volver a mirarlo, le da la espalda para entrar en la casa y entrar hasta el dormitorio de la niña. Con manos expertas, acomoda a la pequeña en su cuna adornada con ese hermoso móvil de estrellas azules.

Luka se ve por primera vez dentro de aquella casa que tanto misterio le rodeaba. Es pequeña y de techos bajos, pero acogedora. La cocina está al lado del salón y ni siquiera tiene mesa de comedor, aunque tiene dos habitaciones y un baño suficientemente espaciosas.

Lo que le llama la atención es que no hay ningún cuadro, ninguna decoración que le recuerde a Sara. Podría ser su casa, o la de cualquier otra. Pero juguetes no faltan. Por todas partes. Como si los últimos ocho meses desde que su hija nació, solo hubiese vivido para ella.

El Regalo Del BetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora