Beta y Omega

5.3K 355 43
                                    

Su regreso a MoonWild no había sido especialmente tranquilo, pero su paseo por la manada si lo sería.

Después de discutir en aquel despacho el futuro del humano, ambos caminan reconociendo la manada despacio y sin prisa. Callados.

Ninguno quiere hablar de aquel humano, ni de ningún otro tema que sabe que les podrá hacer discutir. Solo quieren disfrutar del roce intencionado de sus ropas y sus brazos en cada paso.

Sara observa cada pequeño detalle y cae en la cuenta de que nada ha cambiado, a pesar de que ella, Hope y Luka si lo hayan hecho.

Se ha hecho muy tarde y el oscuro cielo nocturno, iluminado con pequeñas estrellas, es todo lo que se alza sobre el pequeño pueblo de casas de madera.

- Volver me trae bonitos y amargos recuerdos.

Luka es el primero en romper el silencio cuando ambos se detienen en la plaza de la manada donde ya nadie pasea a estas horas de la noche.

- Solo has estado fuera un mes, Luka.- Trata de aligerar el ambiente la rubia con una brillante sonrisa.

- Si. Supongo que, en general, MoonWild ha presenciado demasiadas cosas. Buenas y malas.

Sara es capaz de distinguir el amargo tono de voz. No es triste, si no duro y sombrío. Cuando habla así, casi puede ver en él reflejado a su padre. Cuando habla así, es en su padre en quien piensa.

La Omega prefiere callar unos segundos más, sin moverse, esperando a que sea él el que elija hablar.

- Siento como te traté desde ese día.- Confiesa por fin el castaño mirándola directamente a los ojos.- No fui justo contigo y rompí nuestra amistad.

Lo cierto es que hizo más que romper su amistad. Sara no tenía a nadie más, a ningún amigo ni compañero, y, aunque comprendía el dolor de su pérdida, le rompió el corazón la forma fría y distante con la que empezó a tratarle.

Aún recuerda su cumpleaños número dieciséis, cuando espero todo el día a que él llegase a celebrarlo como siempre y jamás lo hizo. A pesar de que llevaban más de medio año sin hablarse, fue el momento en el que se rindió completamente.

- No pasa nada. Se que la muerte de tu padre no fue fácil para ti ni para la manada.- Trata de tranquilizarle acariciando con cariño su mejilla.- Se que, en cierto modo, me culpabas de no estar ahí para protegerlo por estar protegiéndome a mí.

- ¿Qué dices?- La mirada incrédula y enfadada del hombre se clava sobre aquella hermosa mujer.- En ningún momento pensé que fuese tu culpa. Ni siquiera era mía. Los Betas deben defender a su Alpha y mi padre murió orgulloso de haberlo hecho.

A pesar de que el discurso es perfecto, ambos saben que a Luka habría dado la vida por salvarlo. Por haberlo intentado al menos.

Su madre se marchó al frondoso bosque pocos meses después de la pérdida de su padre. Si le preguntas, en el corazón de Luka, ella aún vive ahí una vida tranquila y solitaria. Pero todo el mundo sabe por qué los lobos que pierden a sus parejas destinadas se pierden en el bosque y, sobre todo, por qué no vuelven.

El Beta se deja caer sobre el hombro de su pequeña mate, soltando todo el aire que tiene en sus pulmones y dejando un pequeño beso sobre su hombro, queriendo hablar de otro tema.

- ¿No vamos ya a casa?- Murmura cansado.

- ¿A casa?- Sara le mira totalmente confundida.- Luka, los Betas viven donde viva el Alpha y lo sabes.

- Pero yo quiero ir contigo.- Gruñe haciendo berrinche como un cachorro.- Contigo y con mi princesa en tu pequeña casa de la cómoda azul turquesa.

Sara no puede evitar sonreír ante aquel pequeño detalle. Que se acuerde de lo mucho que le gusta ese mueble. Pero dentro de ella las dudas se agolpan.

- No sé, Luka... No es digno.

- ¿Digno?

- Jamás un Beta ha vivido en otro lugar que no sea la lujosa mansión.- La rubia frunce el ceño segura de lo que dice.- ¿Qué dirá la gente?

- ¿Y eso que importa?- El hombre se incorpora sin querer entrar en otra discusión pero molesto por las dudas de su pareja.- Darius es mayorcito como para cuidarse solo. Ya me tiene el resto del día como para que encima duerma a los pies de su cama.

- La gente hablará más de lo que ya lo hace. Los has visto en la presentación. Se preguntan por qué tu mate es una Omega, por qué tienes una hija de repente y... y...

- No me importa lo que la gente tenga que decir.

Las manos de Luka viajan hasta su rostro, acunando sus mejillas y cortando cualquier excusa que quiera salir de su garganta. Los ojos de ambos brillan recuperando aquella pasión que siempre surge entre ellos y que reprimen ya a duras penas.

- ¿Puedo contarte una cosa?- Luka espera al tímido asentimiento para seguir hablando.- Discutí con mi padre la mañana del día en que murió, el día de mi cumpleaños, por ti.

Los ojos de Sara se humedecen sin apartarlos de su mate, sin comprender por qué le está contando esto.

- Lo siento mucho.

- No.- El castaño besa su frente de forma rápida queriendo llegar al punto de su historia.- Él creía que tu no eras buena compañera para un Beta y yo solo quería aceptarte y contártelo por encima de todo. Es por eso que estaba tan cerca de tu casa en el momento del ataque.

De nuevo, un momento de silencio. A pesar de que haya dicho que no es su culpa, todo lo que dice le hace sentir a Sara más culpable.

La rubia le mantiene la mirada aún con la mirada cristalizada. Sin embargo, sabe que no es el final de la historia, así que no dice nada.

- Me hizo prometer en su lecho de muerte que cumpliría sus ideas retrógradas.

- Has roto tu promesa.

La voz de Sara es tan baja como un murmullo. Sabiendo el por qué Luka se alejó de ella y creyendo que tenía razón todo este tiempo. Que la gente no la querría simplemente por un rango que ella no eligió ser.

- No lo he hecho. Porque nunca juré no aceptar a mi Omega.- Una sonrisa surca el rostro del Beta.- Le prometí que tendría una pareja digna y tú eres mucho más que eso, Sara. Digna, capaz, fuerte y buena.

Al fin, después de aquel secreto, la lágrima termina por caer. Seguida de una y otra más. Un reguero de ellas que Luka seca con sus grandes manos con cariño.

Porque no son lágrimas de tristeza, si no de felicidad al fin. Por haber escuchado las palabras que siempre ansió escuchar, desde que apenas era una Omega abandonada.

Es el Beta el que besas sus mejillas borrando cualquier rastro del agua salada. Y, después de uno en cada mejilla, planta uno sobre sus labios, caliente y apasionado.

Como siempre, a Sara le sabe a gloria y loa larga todo lo que puede hasta que deben separarse por falta de aire.

La soledad de aquella plaza vuelve a ser notable para los dos que parecían estar en su burbuja.

- Está bien. Podrás quedarte en mi casa... En nuestra casa.- Sonríe coqueta la mujer.- Con una sola condición.

Pero sin decirla se da la vuelta y retoma la caminata. Luka sonríe totalmente complacido, agarrando con cariño a su mate de la cintura antes de seguir su ritmo.

- ¿Y cuál es esa condición que cumpliré con ganas?- Ironiza de la misma forma coqueta.

- Que compartas mi cama.

Aunque sus mejillas se encienden y sus intenciones no son otras que compartir con su mate, una intensa necesidad de dormir con él a su lado, sobre todo después de la confesión de Luka, le hace saber que la decisión es la correcta.

-¿Ya no más compartir dormitorio con la pequeña?- Ríe el castaño dejando un beso en su hombro y sin dejar de caminar.- Hope se pondrá celosa.

- Lo hará.- Ríe como respuesta la joven.

El Regalo Del BetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora