Confesiones No Correspondidas

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- Sara.

- ¡Déjame en paz, Harper!

La voz de la rubia suena gangosa mientras trata de gritar y sonar seria con la poca fuerza que le queda. Sin embargo, sabe que su amigo no va a rendirse. Jamás en los cinco meses que llevan conociéndose lo ha hecho.

El pelirrojo suspira antes de volver abrir la puerta de la oscura habitación aun sabiendo que no tiene permiso. Pero hace cinco días que no sabía nada de Sara, desde la noticia del médico sobre su embarazo de riesgo, y temía por su actual estado.

El dormitorio está lleno de pañuelos usados y comida chatarra. Sara se mantiene hecha una bola a un lado de la cama, tratando de fingir que no existe un mundo ahí fuera como lleva haciendo toda la semana.

- ¿Es así como enfrentas los problemas?

- Déjame.- Gruñe la rubia tapándose aún más con la manta.- Es mi problema si quiero hundirme en la miseria.

Harper no dice nada. Recogiendo un poco el desastre y abriendo las ventanas a lo que Sara responde con otro quejido dándose la vuelta.

- Ahí es donde te equivocas.- Dice el hombre sentándose en la cama.- Ahora no es solo tu problema. También es el de la pequeña niña en tu vientre. Si no lo haces por ti, hazlo por ella.

Sara no tiene argumentos para rebatirle. Perder a su mate junto a la posibilidad de perder también a su hija le ha sumido en aquel oscuro agujero. Pero Harper tiene razón, no puede rendirse ahora.

- Venga. Si sales de esa tumba de sábanas y te duchas, te invito a cenar.

Sara no le agradece con palabras, pero no hace falta. Es su mejor amigo.

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- ¿Puedo hablar contigo?

Sara levanta la cabeza de inmediato ante el hombre. Está sentada en la entrada de la cabaña, arreglando el desastroso jardín mientras Hope juega dentro. Luka se fue temprano a trabajar, contento de estar de vuelta en la rutina.

A pesar de que, por primera vez, preferiría quedarse en aquella cama, acomodando a su mate entre sus brazos, que estar en cualquier otro lugar.

La voz suena seria, sin rastro del humor que tanto solía caracterizarle, o de la ironía con la que enfrentaba los problemas.

- ¿Aún sigues aquí?

Sara no puede evitar la pregunta llena de sorpresa hacia el hombre de pecas que se acerca con la mirada baja. No va con mala intención, si no con la más sincera curiosidad.

Lo recorre de arriba a abajo como si buscase algún signo de que algo le ha pasado. Pero parece exactamente igual que ayer.

- Pensé que te habrías marchado corriendo.- Se sincera la rubia.- Se lo difícil que puede ser descubrir todo este mundo.

Sin embargo, Harper solo se encoje de hombros, como si no tuviese nada que responder, o no se le ocurriesen las palabras exactas.

Aunque quiere parecer indiferente, los ojos de su amigo están perdidos. Sara le hace un gesto para que se siente a su lado, en aquel verde prado en medio del bosque tan distinto a Los Ángeles. Sin dudarlo él se sienta, dejando un pequeño espacio, y se quedan así un silencio unos segundos reflexionando lo que va a decir.

- Tengo que decirte una cosa importante.- Su tono de voz lo hace parecer aún algo más serio.- Aunque creo que ya lo sabes.

La preocupación llena el pecho de la Omega. Casi como si las advertencias de Luka se repitiesen en su cabeza. Un momento que nunca creyó que tendría que enfrentar.

El Regalo Del BetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora