Perderlo Todo

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Sentía que le faltaba el aire. A penas era capaz de respirar y no podía evitar llevarse las manos a la garganta sin poder siquiera gritar. Sus ojos aguados de pura desesperación, como si ellos también buscasen oxígeno.

La oscuridad absoluta se apodera de ella. Está sola, y en medio de la nada más absoluta. No hay paredes, ni espacio en sí.

Su pelo rubio comienza a flotar como si no hubiese gravedad, pero aquella presión en su cuello no se va. Entonces la imagen de su pequeña hija se hace visible en aquella oscuridad. También flota, y llora. Llora tanto que las lágrimas comienzan a volar hacia todos lados sin orden.

Sara siente la necesidad de consolarla, de protegerla. Se olvida por un segundo de su dolor para intentar remar hacia ella con todas sus fuerzas. Pero no es suficiente, por más que lo intenta, para luchar contra aquella extraña falta de gravedad.

Ambas flotan para lados contrarios y cada vez más rápido, Hope no deja de llorar y al final, se pierde por completo devolviendo a Sara a esa angustiante soledad y el terrible silencio que este conlleva.

De nuevo le falta el aire, ahora de forma más violenta. Sin aire, con aquel dolor en la garganta y aquel agujero en el pecho que pretende matarla.

Va a morir. Está segura de que va a morir y lo que verdaderamente le importa es que Hope no está con ella. Un último respiro es todo lo que le queda.

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La mujer despierta sobresaltada, con tanta fuerza que acaba sentada en aquella enorme cama que ahora se siente tan vacía. Su pecho sube y baja por la respiración entrecortada. El sudor baja por su frente y sus manos tiemblan ligeramente.

Trata de serenarse, secándose el sudor y mirando a su alrededor que todo este correcto. Es entonces cuando se da cuenta de que fuera de aquella cabaña comienza a llover. El sonido, que debería relajarla, le pone los pelos de punta. Seguramente por la pesadilla.

Aún puede ver aquellas sombras, y figuras. Los sonidos estridentes y la sensación de angustia no desaparecen de su mente.

Pero todo pasa a segundo plano cuando cunado olfatea aquel olor a lluvia fresca. No es este, si no la ausencia de otro.

- Hope.- Murmura para sí misma.

Sus pies descalzos pisan el suelo casi al mismo tiempo. Sin perder ni un segundo en dirección a la habitación de su hija. Cuando abre la puerta, la pesadilla parece hacerse realidad.

Aunque abre y cierra los ojos repetidas veces, deseando que sea una ilusión, no hay nada en aquella cuna. No está su pequeña bola rubia.

Tan solo las sábanas con un pequeño resto de su aroma infantil y uno de sus peluches favoritos. Pero cuando afina la vista hay algo más, tan pequeño e insignificante que podría haber desapercibido.

Una pequeña tarjeta que más bien parece un trozo de papel mal recortado. No hay mucho texto, no hay firma, nada. Pero no hace falta.

"Volvamos a Los Ángeles."

- No... No puede estar pasando.

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- ¡Luka! ¡LUKA!

Los gritos, si no despertaban al hombre, lo haría al resto de la mansión. A pesar de ser altas horas de la noche, a la mujer nada ni nadie le para para llamarlo desesperado.

El despertar del Beta tampoco fue precisamente tranquilo. Pero nada importó cuando era su mate la que le llamaba desesperada. En pijama y sin camisa, sale disparado escaleras abajo, sin importarle las personas que se asoman por la puerta curiosas y enfadadas por los gritos.

- ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué pasa?- Pregunta el hombre incluso antes de llegar.

La mirada angustiada de la Omega le dice que algo va verdaderamente mal. Eso, o el hecho de que está ahí en medio del recibidor, con el pijama empapado y la cara llena de lágrimas y gotas. Sus ojos están rojos y sus pies descalzos y parece que ha llegado corriendo así por los restos de tierra y mugre en ellos.

Tan centrado está en ella que apenas se fija en el Alpha y Luna de la manda que, alertados y en pijama también, se encuentran en lo alto de la escalera de la misma forma que Luka, preocupados por lo que pasa. Luna acuna al bebé que se ha despertado también y no deja de llorar.

- Por la Diosa. ¿Qué es lo que...?

- Dime que Hope está contigo.- Ruega Sara con la voz rota.

Tiene que intentarlo. Que aquel hombre le diga que solo había sido una pesadilla. Una última oportunidad para no aceptar lo que verdaderamente había ocurrido.

- ¿Qué?- El corazón del hombre se acelera al mismo ritmo que asimila lo que está pasando.

- Por favor.- Su voz entrecortada se mezcla con los sollozos.- Dime que mi bebé está contigo.

Luka no sabe que decirle. El miedo y la angustia se apodera de él, casi tanto como la rabia y cólera. Si abre la boca, sabe que será su lobo el que dirá las barbaridades. Quiere consolarla, pero la respuesta que tiene para darle no es precisamente la que quiere escuchar.

No es su voz, si no la del Alpha, la que rompe el tenso silencio desde arriba de la escalera.

- Sara. Hope no está aquí.

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Darius tenía razón cuando le dijo que debería haberlo matado cuando aún podía. Ahora se arrepiente. Ahora su lobo ansía hacerlo, hasta que no quede nada de aquel pecoso.

Trata de mantener la calma, sobre todo por su mate que parece a punto de perder los nervios. Siente por la marca que se siente culpable, confusa y muy pero muy preocupada. Y a pesar de todo lo que pasa, trata de consolarla.

Sara se mantiene sentada en el sofá con la mirada baja y un tic nervioso en la pierna derecha. Por lo menos ya están en el salón privado del Alpha, y no en medio del recibidor bajo las miradas curiosas de todos los que ahí trabajan.

- Es un hombre atormentado.- Dice Luna rompiendo el silencio y aún acuñado a Elliot.- No ha sido muy inteligente secuestrar a la hija del Beta.

Luka gruñe estando de acuerdo, pero Sara sigue sin decir nada.

- ¿Sabes dónde puede estar?- Pregunta con delicadeza el Alpha de la manada.

La rubia tan solo niega con la cabeza perdida en sus pensamientos. En aquella pesadilla.

- Ahora mismo podría estar ya en Los Ángeles.- Murmura con la voz rota.- Eso ponía en la nota.

- No creo que se haya marchado, Sara.- Es sincero Darius con esa voz tan seria de siempre.- Todos aquí sabemos por qué se ha quedado aquí, y no es por la niña.

Es cierto. Todos saben de qué habla. Luka se lo advirtió y ella misma se da cuenta demasiado tarde.

- Podría fácilmente seguir su rastro si sigue en la manada. Ese no es el problema.- Se queja el Beta, queriendo dejar a un lado el enamoramiento de ese idiota hacia su mate.

- ¿Cuántos lobos hacen falta para terminar con un humano?

- No muchos.- Gruñe Luka con los puños apretados pero la mirada fija en la mujer a su lado.

- No olvides que es de mi hija de la que se trata todo esto.- Por fin Sara habla, saliendo de su ensoñación dejando un punto muy claro.- No de matar a nadie.

Pero la verdadera pregunta que nadie en aquella sala se atreve a deciren voz alta es, ¿de qué sería capaz Harper si no lo mataban a él primero?

El Regalo Del BetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora