Tormentas

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Su lobo está tan inquieto que su cuerpo humano ni siquiera puede reprimirlo. Luka camina de un lado a otro como si quisiese hacer un agujero en la tierra de tanto pisarla.

Eso, sumado a los charcos que no dejan de empeorar por la fuerte tormenta, hace que sus botas se cubran de barro y salpiquen parte de sus pantalones, sin importarle en realidad en absoluto.

Le había prometido a Sara media hora, y ni siquiera sabe por qué lo ha hecho. Julieta, a su lado, se muestra más pensativa que nerviosa.

La mujer parece estar rezando a la Diosa Luna desde hace un rato. Sentada en silencio y con las manos juntas sobre su regazo. Suspirando de vez en cuando y murmurando oraciones. Pero no sabe ni siquiera si la Diosa podrá escucharla. O si le hará caso.

- ¿Ya ha pasado el tiempo?- Vuelve a preguntar por decima vez en los últimos cinco minutos.

- Yo también estoy nerviosa, Luka. Pero si hay alguien que pueda solucionarlo sin violencia es Sara.- Trata de hacerlo entrar en razón otra vez con voz aburrida.- Es su amiga.

- Y tu eres su mate.

- Ya hemos hablado de esto.- Da por zanjado de mala forma la mujer sin querer volver a tratar el tema de su pareja destinada fallida.

Un silencio incómodo se hace en aquella frontera al bosque, dejando paso únicamente al sonido de aquella lluvia infernal. Luka se detiene y observa a la depresiva mujer.

- Es cierto. Perdona.- Se arrepiente sinceramente por sus bruscas maneras.- Gracias por estar aquí.

Julieta tan solo asiente con la cabeza y vuelve a mirar aquel punto imaginario al que recurre para pensar en todo.

- Y a ti también, Darius.

- No hay problema. Lo que le sucede en mi manada es también mi problema.

El hombre hace un gesto como restándole importancia, aunque verdaderamente tendría que añadir que haría lo que fuera por su amigo.

En caso de que las cosas se pongan feas, no tendrá reparo en protegerlo a él, a la niña o al miembro que sea de su manda.

Luna está en casa. Con todo lo que ha sucedido no quiere separarse ni un poco del heredero. Todavía sus instintos de madre le afectan y no quiere dejar a Elliot solo cuando han secuestrado a otro niño.

Luka, por lo menos, ha dejado de dar vueltas, pero ahora mueve las manos de forma nerviosa.

- Deberíamos ir ya.

- Pero...

- Déjalo, Julieta.- Interrumpe el Alpha negando con la cabeza.- Déjale ir ya o se volverá loco.

Es su mujer y su hija de la que están hablando. Saben que si fuese Darius el que está en esa situación ya no quedaría nada del humano.

El Beta no lo piensa dos veces para seguir el mismo camino que su pareja. Sin importarle demasiado si le siguen o va solo. Su olor deliciosamente dulce le sirve de guía, junto al lazo de mates que vibra por la lejanía. Para llegar hacia ella.

El silencio del bosque le preocupa incluso más que si pudiese oírlos discutir. Necesita oírla y olerla, a las dos.

- Déjala con su padre.- Escucha a lo lejos a esa conocida y dulce voz decir.

No puede comprender bien aquella conversación puesto que un trueno rompe a mitad de frase, fuerte y terrorífico, que solo hace que la lluvia caiga con más potencia.

No sabe de qué hablan, pero puede sentir la urgencia de su mate en su propia piel. Acelera tan solo un poco más y solo frena cuando se lo obligan las dos figuras que detectan de repente a los tres lobos que llegan corriendo.

El Regalo Del BetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora