Capítulo 3

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Tristeza

Allí estaba ella, en ese pequeño refugio donde pasaba la mayor parte de su tiempo. Esperando el momento indicado para salir cuando su amigo la necesitara para darle apoyo. Mientras su amigo no la necesitaba, que era cuando dormía, ya que no sentía nada, o cuando sentía u hacía cosas agradables. Cosas que hacían que él dejara de verla y de escucharla.

Permanecía en aquel refugio. Donde se sentía encerrada, prisionera de aquellos sentimientos negativos que iban creciendo en ella. En estos momentos de cautiverio, Soledad se convirtió en una gran compañía. Compañía que llevaba en el día de vez en cuando con Odio, para que así los tres estuvieran juntos.

—Mis amigos son tus amigos— fueron las palabras que le susurró Tristeza a Odio en una ocasión. La realidad que ninguno de los dos sabía, es que no a todos se les puede llamar "amigo". Y menos si son personas que debes soltar porque realmente lastima estar agarradas de ellas.

Por tal razón, Tristeza se convirtió en una amiga indispensable para él. Quien tuvo que soltar a Alegría porque realmente dolía estar con ella, y más si se alejaba cada vez que él intentaba alcanzarla. Sin siquiera pensarlo, se formaron lazos muy fuertes entre ellos. Es por eso que Tristeza lo acompañaba silenciosamente día y noche, pero lo hacía más en las noches.

Cuando la oscuridad arropaba la pequeña habitación del adolescente. Aquella habitación que por ratos se convertía en un lugar seguro para él. Debido a que, en esa habitación, no había personas que pudieran juzgarlo u hacerlo cuestionarse acerca de que cosas hacía mal. En esa habitación, no estaba la Vileza que hacía que el bucle de su mente se repitiera desesperadamente una y otra vez, tampoco estaba la Sumisión que solo veía como se ahogaba en ese mar de dolor que salía de sus ojos cada vez que la Vileza lo atacaba.

En ese lugar, solo habitaban él, Tristeza, Soledad, quien también llegaba por las noches y sus pensamientos. Después de meditarlo mucho, llegó a la conclusión de que sus pensamientos podían llegar a ser igual o peor que aquellos que lo lastimaban.

Por aquellos pensamientos, liberaba silenciosamente mucho dolor todas las noches en lo oscuro de la pequeña habitación, atrayendo más la compañía de Soledad, y aquella falta de brillo que se vislumbraba cada vez más en sus ojos.

¿Cómo se sentirá la felicidad sin que nada malo acontezca? 

¿Cómo se sentirá la felicidad sin que nada malo acontezca? 

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Justo en este momento, en el patio del instituto. Había un adolescente sentado y apartado de todos los demás. Quien, en una pequeña libreta, redactaba pequeños escritos, escritos llenos de libertad y realidad.

Esa era la manera en la cual él podía mantenerse un poco a flote de todo aquello que sentía que lo hundía día a día. Escribir esos pequeños escritos lo mantenía cuerdo. Cualquiera que leyera el contenido de aquella libreta llena de borrones y realidad, podría darse cuenta de que las cosas que mostraba el joven no eran verdad.

Sí di señalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora