Señales
—Es bonita— susurró el chico, con una sonrisa de boca cerrada mientras miraba la lluvia caer.
—Lo es— concordó Bondad, quien en ese momento se encontraba parada al lado de Odio.
Ambos estaban refugiados en el instituto, sin poder cruzar al otro lado para cada uno tomar su camino debido a la fuerte lluvia. Uno no quería mojarse, pero el otro sí. Solo que, simplemente se sentía retenido por algo extraño. Era como sí tuviera cadenas que lo sujetaban con fuerza, cadenas que lograban halarlo fuertemente para que retrocediera cada vez que intentaba avanzar para tan solo sentir la lluvia caer en sus manos.
—¿Usted se ha bañado en la lluvia alguna vez, señorita Bondad? — Odio la miró expectante, quería ver que expresión había en su rostro al contarle que ella sí había hecho tal cosa.
—Un par de veces, pero fue hace tiempo. Cuando era una niña— esa fue la respuesta que ella le dio al chico, con una gran sonrisa en su rostro.
¿Esa es la sonrisa que debe estar en mi rostro cuando haga las cosas que me gustan? Una sonrisa de felicidad. Pero ¿Cómo se sentirá? ¿Cómo sabré que de verdad es de felicidad y no solo uno de esos tantos intentos que hago?
—Yo nunca lo he hecho. En realidad, creo que no he hecho muchas de aquellas cosas que me gustan— confesó, regresando su vista a la lluvia.
Aquella confesión tomó a Bondad por sorpresa, Odio nunca le revelaba sus cosas. Las veces que había hablado con él, mayormente solo le contaba pinceladas de las cuales luego se retractaba como si no fueran cosas de la cuales debía hablar.
—¿Qué te impide hacer esas cosas? — inquirió mirándolo de reojo esta vez. Quería estar atenta por si vacilaba al contestar.
—Creo que es Vi...— negó y suspiró pesadamente, aunque sabía perfectamente que quería decir, no lo dijo. Nunca dejaría que ella o alguien más lo escuchara, ella debía ver que todo estaba bien. Todos debían ver eso. — No lo sé, solo siento que algo me detiene.
La Vileza me lo impide.
Bondad una vez más lo notó, nuevamente no entendía porque hacia aquello. Sacudió su cabeza al pensar que el chico iba a mencionar a su padre. ¿Por qué él no lo dejaría hacer lo que le gusta? Pensó que aquello era un poco absurdo, por eso se obligó a olvidarlo. Pero lo que no lograba salir de su mente, era que algo no andaba del todo bien con él.
—Odio, si tienes algo, algún problema puedes contármelo cariño— aseguró con sus ojos fijos en él y sonriéndole.
El chico una vez más la miró, estaba analizando su rostro, su expresión para ser exactos. Quería ver que más había detrás, ¿Era una preocupación genuina sin malas intenciones o solo era lástima? No notó nada, porque allí solo estaba esa gran sonrisa. Aquella sonrisa que te hacia sentir seguro, que disipaba todo lo malo que había a tu alrededor. Esa sonrisa que lograba tranquilizarte, solo una dulce y cálida sonrisa.
—No creo que tenga problemas— dudó un poco antes de continuar. No encontraba las palabras adecuadas para que aquello malo que le habían dicho sonara bien a través de sus labios. — Yo como adolescente no tengo problemas. Mis únicos problemas son: sacar buenas calificaciones y no decepcionar a mi padre.
No creo que esté haciendo bien eso último.
—¿Eso cómo te hace sentir?
—Bien. Odio, siempre está bien— dijo aquello con una gran sonrisa que Bondad también se vio obligada a sonreír.
Aquella sonrisa parecía tan real, tanto que logró hacer que ella no se percatara de que esa sonrisa, se debía a la mascara que el chico se obligaba a utilizar constantemente: "todo está bien".
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Sí di señales
Short StoryEsta es la historia de Odio, un adolescente incomprendido que se dejó consumir por una falsa felicidad cuando todas las cosas buenas empezaron a desaparecer y las malas a renacer.